martes, 18 de mayo de 2010

EL ESPIRITU SANTO, NUESTRO ABOGADO DEFENSOR

Esta edición la puede leer y/o imprimir desde: http://www.mariamediadora.com/Oracion/Newsletter512.htm

EL CAMINO DE MARÍA

Cum Maria contemplemur Christi vultum!

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"Oh Maria, Tu que eres Madre de la Iglesia, obtén para la Iglesia el don del Espíritu Santo, para que sepa proseguir con constancia hacia el futuro por el camino de la renovación marcada por el Espíritu y que sepa asumir en tal obra renovadora todo lo que es verdadero y bueno, discerniendo asiduamente entre los signos de los tiempos lo que sirve para el advenimiento del Reino de Dios" (Juan Pablo II .Pentecostés, 1982)

JESUS, CONFIO EN TI

"Ofrezco a los hombres un Recipiente con el que han de venir a la Fuente de la Misericordia para recoger gracias. Ese Recipiente es esta Imagen con la firma: JESÚS, EN TI CONFÍO" (Diario, 327).

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Newsletter 512

Domingo 23 de mayo de 2010

LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO

Soy todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida. Dame tu Corazón, oh María.

Soy todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo. Amen.

Oh Dios Padre Misericordioso, que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo, concediste a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei, la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei, y que me concedas por su intercesión el favor que te pido... (pídase). A Tí, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

25 de marzo al 25 de diciembre

LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO

Recuerda, pues, que has recibido el sello del Espíritu, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de piedad, espíritu del santo temor, y conserva lo que has recibido. Dios Padre te ha sellado, Cristo el Señor te ha confirmado y ha puesto en tu corazón, como prenda suya, el Espíritu Santo, como te enseña el Apóstol. (San Ambrosio . Tratado sobre los misterios, 29-30)

SABIDURÍA

ENTENDIMIENTO

CIENCIA

CONSEJO

FORTALEZA

PIEDAD

TEMOR DE DIOS


VEN, ESPÍRITU DE AMOR Y DE PAZ!

Espíritu Santo, Dulce Huésped del alma,
muéstranos el sentido profundo del gran jubileo
y prepara nuestro espíritu para celebrarlo con fe,
en la esperanza que no defrauda,
en la caridad que no espera recompensa.

Espíritu de Verdad, que conoces las profundidades de Dios,
memoria y profecía de la Iglesia,
dirige la humanidad para que reconozca en Jesús de Nazaret
el Señor de la gloria, el Salvador del mundo,
la culminación de la historia.

¡Ven, Espíritu de Amor y de Paz!

Espíritu Creador, misterioso Artífice del Reino,
guía la Iglesia con la fuerza de tus santos Dones
para cruzar con valentía el umbral del nuevo milenio
y llevar a las generaciones venideras
la luz de la Palabra que salva.

Espíritu de Santidad, Aliento Divino que mueve el universo,
ven y renueva la faz de la tierra.
Suscita en los cristianos el deseo de la plena unidad,
para ser verdaderamente en el mundo signo e instrumento
de la íntima unión con Dios y de la unidad del género humano.

¡Ven, Espíritu de Amor y de Paz!

Espíritu de Comunión, Alma y Sostén de la Iglesia,
haz que la riqueza de los carismas y ministerios
contribuya a la unidad del Cuerpo de Cristo,
y que los laicos, los consagrados y los ministros ordenados
colaboren juntos en la edificación del único Reino de Dios.

Espíritu de Consuelo, Fuente inagotable de gozo y de paz,
suscita solidaridad para con los necesitados,
da a los enfermos el aliento necesario,
infunde confianza y esperanza en los que sufren,
acrecienta en todos el compromiso por un mundo mejor.

¡Ven, Espíritu de Amor y de Paz!

Espíritu de Sabiduría, que iluminas la mente y el corazón,
orienta el camino de la ciencia y de la técnica
al servicio de la vida, de la justicia y de la paz.
Haz fecundo el diálogo con los miembros de otras religiones,
y que las diversas culturas se abran a los valores del Evangelio.

Espíritu de Vida, por el cual el Verbo se hizo carne
en el seno de la Virgen, Mujer del silencio y de la escucha,
haznos dóciles a las muestras de Tu Amor
y siempre dispuestos a acoger los signos de los tiempos
que Tú pones en el curso de la historia.

¡Ven, Espíritu de Amor y de Paz!

A Ti, Espíritu de Amor,
junto con el Padre Omnipotente
y el Hijo Unigénito,
alabanza, honor y gloria
por los siglos de los siglos. Amén.

Oración compuesta con ocasión del 2do. año del preparación al Jubileo del año 2000 dedicado al Espíritu Santo.


Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"

El Tiempo Pascual concluye en el quincuagésimo día, con el Domingo de Pentecostés, conmemorativo de la efusión del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, de los comienzos de la Iglesia y del inicio de su misión a toda lengua, pueblo y nación. Es significativa la importancia que ha adquirido, especialmente en la Iglesia la celebración prolongada de la Misa de la Vigilia, que tiene el carácter de una oración intensa y perseverante de toda la comunidad cristiana, según el ejemplo de los Apóstoles reunidos en oración unánime con la Madre del Señor.

Exhortando a la oración y a la participación en la misión, el misterio de Pentecostés ilumina la piedad popular: también esta es una demostración continua de la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia. Éste enciende en los corazones la fe, la esperanza y el amor, virtudes excelentes que dan valor a la piedad cristiana. El mismo Espíritu ennoblece las numerosas y variadas formas de transmitir el mensaje cristiano según la cultura y las costumbres de cualquier lugar, en cualquier momento histórico.

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Les invitamos a obtener gratuitamente el libro digital que lleva por título VEN ESPÍRITU DE AMOR Y DE PAZ . Si lo desea, puede descargarlo gratuitamente a su computadora desde la siguiente dirección de nuestro sitio Virgo Fidelis

Los textos catequéticos del libro digital VEN ESPÍRITU DE AMOR Y DE PAZ, son los siguientes:

LA PROMESA DE CRISTO
EL ESPÍRITU DE LA VERDAD
EL ESPÍRITU SANTO, NUESTRO ABOGADO DEFENSOR
EL ESPÍRITU SANTO ANIMA A LA COMUNIDAD DE LOS CREYENTES
LA SANTÍSIMA TRINIDAD Y EL ESPÍRITU SANTO

LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO

SABIDURÍA . ENTENDIMIENTO . CIENCIA . CONSEJO . FORTALEZA
PIEDAD . TEMOR DE DIOS

También puede leer y/o imprimir el contenido de VEN ESPÍRITU DE AMOR Y PAZ, en la siguiente dirección:

http://www.mariamediadora.com/EspirituSanto/index.html

MARÍA SANTÍSIMA Y EL DON DEL ESPÍRITU

En la comunidad cristiana la oración de María reviste un significado peculiar: favorece la venida del Espíritu, solicitando su acción en el corazón de los discípulos y en el mundo. De la misma manera que, en la Encarnación, el Espíritu había formado en su seno virginal el Cuerpo físico de Cristo, así ahora en el cenáculo, el mismo Espíritu viene para animar su Cuerpo místico.

Por tanto, Pentecostés es fruto también de la incesante oración de la Virgen, que el Paráclito acoge con favor singular, porque es expresión del amor materno de Ella hacia los discípulos del Señor.

Contemplando la poderosa intercesión de María que espera al Espíritu Santo, los cristianos de todos los tiempos, en su largo y arduo camino hacia la salvación, recurren a menudo a su intercesión para recibir con mayor abundancia los dones del Paráclito.

Respondiendo a las plegarias de la Virgen y de la comunidad reunida en el cenáculo el día de Pentecostés, el Espíritu Santo colma a María y a los presentes con la plenitud de sus dones, obrando en ellos una profunda transformación con vistas a la difusión de la buena nueva. A la Madre de Cristo y a los discípulos se les concede una nueva fuerza y un nuevo dinamismo apostólico para el crecimiento de la Iglesia. En particular, la efusión del Espíritu lleva a María a ejercer su maternidad espiritual de modo singular, mediante su presencia, su caridad y su testimonio de fe.

En la Iglesia que nace, Ella entrega a los discípulos, como tesoro inestimable, sus recuerdos sobre la Encarnación, sobre la infancia, sobre la vida oculta y sobre la misión de su Hijo divino, contribuyendo a darlo a conocer y a fortalecer la fe de los creyentes.
(Venerable Siervo de Dios Juan Pablo II . Audiencia general del miércoles 28 de mayo de 1997)

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Queridos hijos; Hoy, a través mío, el Padre bueno los llama con su alma llena de Amor a embarcarse a una visita espiritual. Queridos hijos, llénense de gracia, arrepiéntanse de sus pecados sinceramente y busquen el bien. Anhelen también en nombre de aquellos que todavía no han alcanzado la perfección del bien. Así serán ustedes más agradable a Dios. Gracias"

Mensaje de Nuestra Señora Reina de la Paz en Medjugorge. 2/5/2010


DEL VENERABLE SIERVO DE DIOS JUAN PABLO II

EL ESPÍRITU SANTO, NUESTRO ABOGADO DEFENSOR

Audiencia General del miércoles 24 de mayo de 1989

EL ESPÍRITU SANTO, NUESTRO ABOGADO DEFENSOR

¡Queridos Hermanos y Hermanas!

En la pasada catequesis sobre el Espíritu Santo hemos partido del texto de Juan, tomado del «discurso de despedida» de Jesús, que, constituye, en cierto modo, la principal fuente, evangélica, de la pneumatología. Jesús anuncia la venida del Espíritu Santo, Espíritu de la verdad, que «procede del Padre» (Jn 15, 26) y que será enviado por el Padre a los Apóstoles y a la Iglesia «en el nombre» de Cristo, en virtud de la Redención llevada a cabo en el Sacrificio de la Cruz, según el eterno designio de salvación. Por la fuerza de este sacrificio también el Hijo "envía" el Espíritu, anunciando que su venida se efectuará como consecuencia y casi al precio de su propia partida (cfr Jn 16, 17). Hay por tanto un vínculo establecido por el mismo Jesús, entre su Muerte-Resurrección-Ascensión y la efusión del Espíritu Santo, entre Pascua y Pentecostés.

Más aún, según el IV Evangelio, el Don del Espíritu Santo se concede la misma tarde de la Resurrección (cfr Jn 20, 22-25). Se puede decir que la herida del Costado de Cristo en la Cruz abre el camino a la efusión del Espíritu Santo, que será un signo y un fruto de la gloria obtenida con la Pasión y Muerte.

El texto del discurso de Jesús en el Cenáculo nos manifiesta también que Él llama al Espíritu Santo el «Paráclito»: «Yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito para que esté con vosotros para siempre» (Jn 14, 16). De forma análoga, también leemos en otros textos: «...el Paráclito, el Espíritu Santo» (cfr Jn 14, 26; Jn 15, 26; Jn 6, 7). En vez de «Paráclito» muchas traducciones emplean la palabra «Consolador»; ésta es aceptable, aunque es necesario recurrir al original griego «Parakletos» para captar plenamente el sentido de lo que Jesús dice del Espíritu Santo.

«Parakletos» literalmente significa: «aquel que es invocado» (de para-kaléin, «llamar en ayuda»); y, por tanto, «el defensor», «el abogado», además de «el mediador», que realiza la función de intercesor (intercessor). Es en este sentido de «Abogado-Defensor», el que ahora nos interesa, sin ignorar que algunos Padres de la Iglesia usan «Parakletos» en el sentido de «Consolador», especialmente en relación a la acción del Espíritu Santo en lo referente a la Iglesia. Por ahora fijamos nuestra atención y desarrollamos el aspecto del Espíritu Santo como Parakletos-Abogado-Defensor. Este término nos permite captar también la estrecha afinidad entre la acción de Cristo y la del Espíritu Santo, como resulta de un ulterior análisis del texto de Juan.

Cuando Jesús en el Cenáculo, la vigilia de Su Pasión, anuncia la venida del Espíritu Santo, se expresa de la siguiente manera: «El Padre os dará otro Paráclito». Con estas palabras se pone de relieve que el propio Cristo es el primer Paráclito, y que la acción del Espíritu Santo será semejante a la que Él ha realizado, constituyendo casi su prolongación.

Jesucristo, efectivamente, era el "Defensor" y continua siéndolo. El mismo Juan lo dirá en su Primera carta: «Si alguno peca, tenemos a Uno que abogue (Parakletos) ante el Padre: a Jesucristo, el Justo» (1 Jn 2, l).

El abogado (defensor) es aquel que, poniéndose de parte de los que son culpables debido a los pecados cometidos, los defiende del castigo merecido por sus pecados, los salva del peligro de perder la vida y la salvación eterna. Esto es precisamente lo que ha realizado Cristo. Y el Espíritu Santo es llamado «el Paráclito», porque continúa haciendo operante la Redención con la que Cristo nos ha librado del pecado y de la muerte eterna.

El Paráclito será otro «Abogado-Defensor» también por una segunda razón. Permaneciendo con los discípulos de Cristo, Él los envolverá con su vigilante cuidado con virtud omnipotente. «Yo pediré al Padre dice Jesús y os dará otro Paráclito para que esté con vosotros para siempre» (Jn 14, 16): «... mora con vosotros y en vosotros está» (Jn 14, 17). Esta promesa está unida a las otras que Jesús ha hecho al ir al Padre: «Y he aquí que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20) Nosotros sabemos que Cristo es el Verbo que «se hizo carne y puso su morada entre nosotros» (Jn 1, 14). Sí, yendo al Padre, dice: «Yo estoy con vosotros... hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20), se deduce de ello que los Apóstoles y la Iglesia tendrán que reencontrar continuamente por medio del Espíritu Santo aquella presencia del Verbo-Hijo, que durante su misión terrena era "física" y visible en la humanidad asumida, pero que, después de su Ascensión al Padre, estará totalmente inmersa en el misterio.

La presencia del Espíritu Santo que, como dijo Jesús, es íntima a las almas y a la Iglesia («Él mora con vosotros y en vosotros está»: Jn 14, 17), hará presente a Cristo invisible de modo estable, «hasta el fin del mundo». La unidad trascendente del Hijo y del Espíritu Santo hará que la humanidad de Cristo, asumida por el Verbo, habite y actúe dondequiera que se realice, con la potencia del Padre, el designio trinitario de la salvación.

El Espíritu Santo-Paráclito será el Abogado Defensor de los Apóstoles, y de todos aquellos que, a lo largo de los siglos, serán en la Iglesia los herederos de su testimonio y de su apostolado, especialmente en los, momentos difíciles que comprometerán su responsabilidad hasta el heroísmo.

Jesús lo predijo y lo prometió: «os entregarán a los tribunales... seréis llevados ante gobernadores y reyes... Mas cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar.. no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros» (Mt 10, 17-20; análogamente Mc 13, 11; Lc 12, 12, dice: «porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel mismo momento lo que conviene decir»).

También en este sentido tan concreto, el Espíritu Santo es el Paráclito - Abogado. Se encuentra cerca de los Apóstoles, más aún, se les hace presente cuando ellos tienen que confesar la verdad, motivarla y defenderla. Él mismo se convierte, entonces, en su inspirador, Él mismo habla con sus palabras, y juntamente con ellos y por medio de ellos da testimonio de Cristo y de su Evangelio. Ante los acusadores Él llega a ser como el «Abogado» invisible de los acusados, por el hecho de que actúa como su patrocinador, defensor, confortador.

Especialmente durante las persecuciones contra los Apóstoles y contra los primeros cristianos, y también en aquellas persecuciones de todos los siglos, se verificarán las palabras que Jesús pronunció en el Cenáculo: «Cuando venga el Paráclito, que Yo os enviaré de junto al Padre..., Él dará testimonio de Mí. Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis Conmigo desde el principio" (Jn 15, 26-27 ).

La acción del Espíritu Santo es "dar testimonio". Es una acción interior, "inmanente", que se desarrolla en el corazón de los discípulos, los cuales, después, dan testimonio de Cristo al exterior: Mediante aquella presencia y aquella acción inmanente, se manifiesta y avanza en el mundo el "trascendente" poder de la verdad de Cristo, que es el Verbo-Verdad y Sabiduría. De Él deriva a los Apóstoles, mediante el Espíritu, el poder de dar testimonio según su promesa: "Yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios" ( Lc 21, 15). Esto viene sucediendo ya desde el caso del primer mártir, Esteban, del que el autor de los Hechos de los Apóstoles escribe que estaba "lleno del Espíritu Santo" (Hch 6, 5), de modo que los adversarios "no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba" (Hch 6,10). También en los siglos sucesivos los adversarios de la fe cristiana han continuado ensañándose contra los anunciadores del Evangelio apagando a veces su voz en la sangre, sin llegar, sin embargo, a sofocar la Verdad de la que eran portadores: ésta ha seguido fortaleciéndose en el mundo con la fuerza del Espíritu Santo.

El Espíritu Santo (Espíritu de la Verdad) es aquel que, según la palabra de Cristo, "convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio" (Jn 16,8). Es significativa la explicación que Jesús mismo hace de estas palabras: pecado, justicia y juicio. "Pecado" significa, sobre todo, la falta de fe que Jesús encuentra entre "los suyos", es decir los de su pueblo, los cuales llegaron incluso a condenarle a muerte en la cruz. Hablando después de la "justicia", Jesús parece tener en mente aquella justicia definitiva, que al Padre le hará ("... porque voy al Padre") en la Resurrección y en la Ascensión al Cielo. En este contexto, "juicio" significa que el Espíritu de la verdad mostrará la culpa del "mundo" al rechazar a Cristo, o, más generalmente, al volver la espalda a Dios. Pero puesto que Cristo no ha venido al mundo para juzgarlo o condenarlo, sino para salvarlo, en realidad también aquel "convencer respecto al pecado" por parte del Espíritu de la verdad tiene que entenderse como intervención orientada a la salvación del mundo, al bien último de los hombres.

El "juicio" se refiere, sobre todo, al "príncipe de este mundo", es decir, a satanás, quien desde el principio, intenta llevar la obra de la creación contra la alianza y la unión del hombre con Dios: se opone conscientemente a la salvación. Por esto "ha sido ya juzgado" desde el principio, como expliqué en la Encíclica Dominum et vivificantem (n. 27).

Si el Espíritu Santo Paráclito debe convencer al mundo precisamente de este "juicio", sin duda lo tiene que hacer para continuar la obra de Cristo que mira a la salvación universal (cfr Ibid.).

Por tanto, podemos concluir que en el dar testimonio de Cristo, el Espíritu Santo es un asiduo (aunque invisible) Abogado y Defensor de la obra de la salvación, y de todos aquellos que se comprometen en esta obra. Y es también el Garante de la definitiva victoria sobre el pecado y sobre el mundo sometido al pecado, para librarlo del pecado e introducirlo en el camino de la salvación.

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