VIRGEN MARIA

jueves, 3 de junio de 2010

EL SACRAMENTO DE LA CERCANIA DE DIOS AL HOMBRE



EL SACRAMENTO DE LA CERCANIA DE DIOS AL HOMBRE

Esta edición la puede leer y/o imprimir desde: http://www.mariamediadora.com/Oracion/Newsletter516.htm

 

EL CAMINO DE MARÍA

SAGRADOCORAZÓN: SÍMBOLO DEL AMOR DE CRISTO

 ¡Sacratísimo Corazón de Jesús, en Ti confío!

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JUNIO, MES DEDICADO A LA DEVOCIÓN AL SAGRADO CORAZÓN

JESUS, CONFIO EN TI

ADORO TE DEVOTE

 Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias. A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte.

Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto; pero basta el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios: nada es más verdadero que esta Palabra de verdad.

En la Cruz se escondía sólo la Divinidad, pero aquí se esconde también la Humanidad; sin embargo, creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido.

No veo las llagas como las vio Tomás pero confieso que eres mi Dios: haz que yo crea más y más en Ti, que en Ti espere y que Te ame.

¡Memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que das vida al hombre: concede a mi alma que de Ti viva y que siempre saboree Tu dulzura.

Señor Jesús, Pelícano bueno, límpiame a mí, inmundo, con Tu Sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero.

Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego, que se cumpla lo que tanto ansío: que al mirar Tu Rostro cara a cara, sea yo feliz viendo Tu gloria. Amén.
 
(Santo Tomás de Aquino, teólogo y cantor apasionado de Cristo Eucarístico)

Newsletter 516

EL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO

Jueves 3 de junio de 2010

Domingo 6 de junio de 2010

Soy todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida. Dame tu Corazón, oh María.

  Soy todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo. Amen.

Oh Dios Padre Misericordioso, que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo, concediste a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei,  la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei, y que me concedas por su intercesión el favor que te pido... (pídase).  A Tí, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

25 de marzo al 25 de diciembre

 

 

 La Ultima Cena

"Yo soy el Pan vivo que ha bajado del Cielo" (Jn 6, 51).

«Mi carne es verdadera comida, y Mi Sangre verdadera bebida; el que come Mi Carne, y bebe Mi Sangre, en Mí mora, y Yo en él.» (Jn 6, 56-57)

"El que come este Pan vivirá para siempre" (Jn 6, 58).

 
SALVE, CUERPO VERDADERO, NACIDO DE MARÍA VIRGEN
 
Salve, Cuerpo verdadero, nacido de María Virgen;
Que has padecido, has sido inmolado en la Cruz por el hombre;
Haz que podamos recibirte en la hora de la muerte,
antes de presentarnos ante el Juicio de Dios.

 

Salve, Cuerpo verdadero, nacido de María Virgen. ("Ave verum Corpus natum / ex Maria Virgine...")

Mientras hoy, aquí en esta plaza de San Pedro, queremos manifestar el particular culto hacia la Eucaristía, hacia el Santísimo Cuerpo de Cristo, nuestros pensamientos se dirigen a Aquella de quien el Hijo de Dios, tomó este Cuerpo: a la Virgen, cuyo nombre es María. Especialmente, mientras nos encontramos aquí para rezar, como todos los Domingos, el Angelus, la oración que día tras día nos recuerda el misterio de la Encarnación: "Verbum caro factum est, et habitavit in nobis" (El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros).

Saludamos, pues, con veneración y honor a ese Cuerpo del Verbo Eterno y a Aquella que, como Madre, dio el Cuerpo al Verbo Eterno. Este Cuerpo es el Sacramento de la redención del hombre y del mundo

Que has padecido, has sido inmolado en la Cruz por el hombre. ("Vere passum, immolatum / in cruce pro homine")

Este Cuerpo martirizado hasta la muerte en la Cruz, juntamente con la Sangre derramada en señal de la Nueva y Eterna Alianza, se ha convertido en el Sacramento más grande de la Iglesia, al que hoy deseamos tributar particular adoración, demostrar particular amor y gratitud. Efectivamente, este Cuerpo es verdaderamente la comida, así como la Sangre es verdaderamente la bebida de nuestras almas, bajo las especies del pan y del vino. Restaura las fuerzas interiores del hombre y fortalece en el camino hacia las vías de la eternidad. Ya aquí en la tierra nos permite pregustar esa unión con Dios en la verdad y en el amor, a la que nos llama el Padre, en Cristo, su Hijo.

Haz que podamos recibirte en la hora de la muerte, antes de presentarnos ante el Juicio de Dios. ("esto nobis praegustatum / mortis in examine").

Que todos nosotros podamos recibirte Cuerpo de Dios, en la última hora de nuestra vida terrena, antes de comparecer en la presencia de Dios.

 

Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"

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El próximo jueves 3 de junio la Iglesia celebra la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre del Señor, aunque en algunos países se celebrará el próximo Domingo 6 de junio. La fiesta, extendida en 1269 por el Papa Urbano IV a toda la Iglesia latina, por una parte constituyó una respuesta de fe y de culto a doctrinas heréticas acerca del misterio de la presencia real de Cristo en la Eucaristía, por otra parte fue la culminación de un movimiento de ardiente devoción hacia el augusto Sacramento del altar.

La piedad popular favoreció el proceso que instituyó la fiesta del Corpus Christi; a su vez, esta fue causa y motivo de la aparición de nuevas formas de piedad eucarística en el pueblo de Dios. Esta festividad es una ocasión propicia para que podamos  profundizar en nuestra fe y en nuestro amor hacia la Eucaristía.

Según tradiciones locales consolidadas, la Solemnidad del Corpus Christi comprende dos momentos: la Santa Misa, en la que se realiza la ofrenda del Sacrificio, y la procesión, que manifiesta públicamente la adoración al Santísimo Sacramento. La procesión es la "forma tipo" de las procesiones eucarísticas porque prolonga la celebración de la Eucaristía. En efecto, inmediatamente después de la Santa Misa, la Hostia que ha sido consagrada  se conduce fuera de la Iglesia para que el Pueblo de Dios dé un testimonio público de fe y de veneración al Santísimo Sacramento.

"...La fiesta del Corpus Christi se caracteriza de modo particular por la tradición de llevar el Santísimo Sacramento en procesión, un gesto denso de significado. Al llevar la Eucaristía por las calles y las plazas, queremos introducir el Pan bajado del Cielo en nuestra vida diaria; queremos que Jesús camine por donde caminamos nosotros, que viva donde vivimos nosotros. Nuestro mundo, nuestra existencia debe transformarse en su templo. En este día la comunidad cristiana proclama que la Eucaristía es todo para ella, es su vida misma, la fuente del amor que vence la muerte. De la comunión con Cristo Eucaristía brota la caridad que transforma nuestra existencia y sostiene el camino de todos nosotros hacia la patria celestial. Por eso la liturgia nos invita a cantar: "Buen Pastor, Pan verdadero (...). Tú que todo lo sabes y todo lo puedes, y que nos alimentas en la tierra, conduce a Tus hermanos a la mesa del Cielo, en la gloria de Tus santos"..." (Benedicto XVI. Ángelus 18 de junio de 2006).

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En la Solemnidad del Corpus Christi del año 2008, el Santo Padre Benedicto XVI celebró la Santa Misa en la explanada de la Basílica de San Juan de Letrán y posteriormente presidió la procesión eucarística hasta la Basílica de Santa María la Mayor. En la homilía, el Papa habló del significado de esa Solemnidad a través de los tres gestos fundamentales de la celebración:

Reunirse en la presencia del Señor

Caminar con el Señor

Arrodillarse en adoración ante el Señor

 
El texto completo de la Homilía lo puede leer y/o imprimir desde:
 
 

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El próximo 18 de junio (viernes siguiente al 2do. Domingo después de Pentecostés) celebraremos junto con toda la Iglesia la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.

Por ello hemos redactado y diseñado un e-Curso con textos extraídos de la extensa Catequesis del Siervo de Dios el Papa Juan Pablo II que lleva por títuloSAGRADO CORAZÓN: SÍMBOLO DEL AMOR DE CRISTO.Este e-Curso gratuito contiene los textos catequéticos sobre cada una de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús que serán enviadas  diariamente a la dirección de correo electrónico de quienes deseen inscribirse a través de de la siguiente dirección:
 
"...El mes de junio está dedicado, de modo especial, a la veneración del Corazón divino. No sólo un día, la fiesta litúrgica que, de ordinario, cae en junio, sino todos los días. Con esto se vincula la devota práctica de rezar o cantar diariamente lasLetanías al Sacratísimo Corazón de Jesús...."(Ángelus, 27 de junio de 1982).

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"¡Queridos hijos! Dios les ha dado la gracia de vivir y de custodiar todo el bien que hay en ustedes y alrededor de ustedes, y de alentar a otros a ser mejores y más santos, pero satanás no duerme, y a través del modernismo los desvía y los conduce por su camino. Por eso, hijitos, en el amor hacia mi Corazón Inmaculado, amen a Dios sobre todas las cosas y vivan Sus Mandamientos. Así su vida tendrá sentido y la paz reinará en la Tierra. Gracias por haber respondido a mi llamado!" Mensaje de Nuestra Señora Reina de la Paz en Medjugorge. 25/5/2010

DEL VENERABLE SIERVO DE DIOS JUAN PABLO II 

              

EL SACRAMENTO DE LA CERCANÍA DE DIOS AL HOMBRE

Audiencia general del miércoles, 13 de junio de 1979

 EL SACRAMENTO DE LA CERCANÍA DE DIOS AL HOMBRE

 

¡Queridos hermanos y hermanas!

1. "Pange, lingua, gloriosi Corporis mysterium Sanguinisque pretiosi..." (Santo Tomás, Himno de I Vísperas de la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo).
 
He aquí que se acerca el día, y prácticamente ya ha comenzado, en el que la Iglesia hablará, por medio de su solemne liturgia, para venerar este misterio, del que ella vive cada día: la Eucaristía. Gloriosi Corporis mysterium Sanguinisque pretiosi. El fundamento y, a la vez, la cumbre de la vida de la Iglesia. Su fiesta incesante y, al mismo tiempo, su vida diaria.

Cada año, el Jueves Santo, al comienzo del triduo sacro, nos reúne en el Cenáculo, donde celebramos el memorial de la Última Cena. Y éste precisamente sería el día más adecuado a fin de meditar con veneración todo lo que es para la Iglesia la Eucaristía, el Sacramento del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Pero se ha demostrado en el curso de la historia que este día más adecuado, único, no basta. Está, además, insertado orgánicamente en el conjunto del recuerdo pascual; toda la Pasión, Muerte y Resurrección ocupan entonces nuestros pensamientos y nuestros corazones. No podemos decir, pues, de la Eucaristía todo aquello de lo que están colmados nuestros corazones. Por esto, desde la Edad Media, y precisamente desde 1264, la necesidad de la adoración, al mismo tiempo litúrgica y pública del Santísimo Sacramento ha encontrado su expresión en una Solemnidad aparte, que la Iglesia celebra el primer jueves después del Domingo de la Santísima Trinidad, esto es, precisamente mañana, comenzando por las primeras Vísperas del día precedente, es decir, hoy. Deseo que esta meditación nos introduzca en plena atmósfera de la fiesta eucarística.

El Sacramento de la cercanía de Dios al hombre 

2. "Non est alia natio tam grandis, quae habeat deos appropinquantes sibi, sicut Deus noster adest nobis": "No hay nación tan grande, que tenga a sus dioses tan cerca, como nuestro Dios está presente entre nosotros" (Santo Tomás, Officium SS. Corporis Christi, II Nocturni; cf. Opusc. 57).

Se puede hablar de varias maneras sobre la Eucaristía. Se ha hablado de diversos modos sobre Ella en el curso de la historia. Es difícil decir algo que no se haya dicho ya. Y, al mismo tiempo, cualquier cosa que se diga, desde cualquier parte que nos acerquemos a este gran misterio de la fe y de la vida de la Iglesia, siempre descubrimos algo nuevo. No porque nuestras palabras revelen esta novedad. La novedad se encuentra en el misterio mismo. Cada tentativa de vivir con Ella en espíritu de fe, comporta nueva luz, nuevo estupor y nueva alegría.   
 
"Y maravillándose de esto el hijo del trueno, y considerando la sublimidad del amor divino (...), exclamaba: 'Tanto amó Dios al mundo (Jn 3, 16)' (...). Dinos, pues, San Juan, ¿en qué sentido tanto? Di la medida, di la grandeza, enséñanos la sublimidad. Dios amó tanto al mundo..." (San Juan Crisóstomo, In cap. Genes. VIII: Homilia XXVII, 1; Opera omnia: PG 4, 241).

La Eucaristía nos acerca a Dios de modo único. Y es el Sacramento de su cercanía en relación con el hombre. Dios en la Eucaristía es precisamente este Dios que ha querido entrar en la historia del hombre. Ha querido aceptar la humanidad misma. Ha querido hacerse hombre. El Sacramento del Cuerpo y de la Sangre nos recuerda continuamente su Divina Humanidad.

Cantamos Ave, verum corpus, natum ex Maria Virgine. Y viviendo con la Eucaristía, volvemos a encontrar toda la sencillez y profundidad del misterio de la Encarnación.

Es el Sacramento del descenso de Dios hacia el hombre, del acercamiento a todo lo que es humano. Es el Sacramento de la divina "condescendencia" (cf. San Juan Crisóstomo, In Genes. 3, 8: Homilía XXVII, 1: PG 53, 134). La entrada divina en la realidad humana ha alcanzado su culmen mediante la Pasión y la Muerte. Mediante la Pasión y la Muerte en la Cruz, el Hijo de Dios Encarnado se ha convertido, de manera especialmente radical, en el Hijo del hombre, ha compartido hasta el extremo lo que es la condición de cada uno de los hombres. La Eucaristía, Sacramento del Cuerpo y de la Sangre, nos recuerda sobre todo esta muerte, que Cristo sufrió en la Cruz; la recuerda y, en cierto modo, es decir, incruento, renueva su realidad histórica. Lo testifican las palabras pronunciadas en el Cenáculo separadamente sobre el pan y sobre el vino, las palabras que, en la institución de Cristo, realizan el Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre; el sacramento de la muerte, que fue sacrificio expiatorio. El sacramento de la muerte, en el que se expresa toda la potencia del Amor. El sacramento de la muerte, que consistió en dar la vida para reconquistar la plenitud de la vida.

"Manduca vitam, bibe vitam: habebis vitam, et integra est vita: Come la vida, bebe la vida: tendrás la vida, y es la vida total" (San Agustín, Sermones ad populum, Series I, Sermo CXXXI, I, 1). 
 
Por medio de este Sacramento se anuncia continuamente en la historia del hombre, la muerte que da la vida (cf. 1 Cor 11, 26). Se realiza continuamente en ese signo sencillísimo, que es el signo del pan y del vino. Dios en Él está presente y cercano al hombre con esa cercanía penetrante de su muerte en la Cruz, de la que ha brotado la potencia de la Resurrección. El hombre, mediante la Eucaristía, se hace partícipe de esta potencia.

3. La Eucaristía es el Sacramento de la comunión. Cristo se da a Sí mismo a cada uno de nosotros, que lo recibimos bajo las especies eucarísticas. Se da a Sí mismo a cada uno de nosotros que comemos el manjar eucarístico y bebemos la bebida eucarística. Este comer es signo de la comunión. Es signo de la unión espiritual, en la que el hombre recibe a Cristo, se le ofrece la participación en su Espíritu, encuentra de nuevo en Él particularmente íntima la relación con el Padre: siente particularmente cercano el acceso a Él.

Dice un gran poeta (Mickiewocz, Coloquios vespertinos):  "Hablo Contigo, que reinas en el Cielo y, que al mismo tiempo eres Huésped en la casa de mí espíritu... ¡Hablo Contigo!, me faltan palabras para Ti. Tu pensamiento escucha cada uno de mis pensamientos. Reinas lejos y sirves en cercanía, Rey en los cielos y en mi corazón sobre la cruz..." 

Nos acercamos a la comunión eucarística, recitando antes el "Padrenuestro". La comunión es un vínculo bilateral. Nos conviene decir, pues, que no sólo recibimos a Cristo, no sólo lo recibe cada uno de nosotros en este signo eucarístico, sino que también Cristo nos recibe a cada uno de nosotros. Por así decirlo, Él acepta siempre en este Sacramento al hombre, lo hace Su amigo, tal como dijo en el Cenáculo: "Vosotros sois Mis amigos" (Jn 15, 14). Esta acogida y la aceptación del hombre por parte de Cristo es un beneficio inaudito. El hombre siente muy profundamente el deseo de ser aceptado. Toda la vida del hombre tiende en esta dirección, para ser acogido y aceptado por Dios; y la Eucaristía expresa esto sacramentalmente. Sin embargo, el hombre debe, como dice San Pablo, "examinarse a sí mismo" (cf. 1 Cor 11, 28), de si es digno de ser aceptado por Cristo. La Eucaristía es, en cierto sentido, un desafío constante para que el hombre trate de ser aceptado, para que adapte su conciencia a las exigencias de la santísima amistad divina.

4. Deseamos expresar en el marco de esta Solemnidad de hoy, como también el próximo Domingo y todos los días, esta veneración y amor particular, público, con que rodeamos siempre al Santísimo Sacramento. Permitid que, en este momento, mis pensamientos vuelvan, una vez más, a Polonia, de donde he regresado hace unos días (...)

Pues bien, precisamente allí, en mi tierra natal, he aprendido la ferviente veneración y amor a la Eucaristía. Allí he aprendido el culto al Cuerpo del Señor. En la fiesta del Corpus Domini se tienen, desde hace siglos, las procesiones eucarísticas, en las que mis compatriotas trataban de expresar comunitaria y públicamente lo que representa la Eucaristía para ellos. Y también lo hacen hoy. Me uno, pues, espiritualmente a ellos, mientras por vez primera tengo la alegría de celebrar la Solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo aquí, en la Ciudad Eterna, en la que Pedro, de generación en generación, responde en cierto modo a Cristo: "Señor..., Tú sabes que te amo... Señor, Tú sabes que te amo" (Jn 21, 15-17). La Eucaristía es, en cierto modo, el punto culminante de esta respuesta. Quiero repetirla junto con toda la Iglesia a Aquel que ha manifestado su Amor por medio del Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, permaneciendo con nosotros "hasta la consumación del mundo" (Mt 28, 20).

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domingo, 30 de mayo de 2010

Dichosa Tu, que has creido ! (Lc 1, 45)



 Dichosa Tu, que has creido ! (Lc 1, 45)

Esta edición la puede leer y/o imprimir desde: http://www.mariamediadora.com/Oracion/Newsletter515.htm

 

EL CAMINO DE MARÍA

Cum Maria contemplemur Christi vultum!

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¡Dichosa Tú que has creído! .

Tú que has creído con fe rebosante de alegría en la Anunciación, Visitación, Natividad, Presentación en el Templo y Encuentro en el Templo.

Tú que has creído con fe impregnada de dolor en toda la Pasión de Getsemaní, Flagelación, Coronación de espinas, Vía Crucis y al pie de la Cruz del calvario.

Tú que has creído con la fe de una gloria incipiente en la glorificación de tu Hijo, en la Resurrección, Ascensión y Pentecostés.

, cuya fe se cumplía en la Asunción

¡Madre nuestra adornada con la corona de la gloria celestial, ruega por nosotros!.

 (Juan Pablo II . Ángelus 14-octubre-1984)

JESUS, CONFIO EN TI

"Ofrezco a los hombres un Recipiente con el que han de venir a la Fuente de la Misericordia para recoger gracias. Ese Recipiente es esta Imagen con la firma: JESÚS, EN TI CONFÍO" (Diario, 327).

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Newsletter 515

31 mayo de 2010

LA VISITACIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA

Soy todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida. Dame tu Corazón, oh María.

  Soy todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo. Amen.

Oh Dios Padre Misericordioso, que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo, concediste a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei,  la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei, y que me concedas por su intercesión el favor que te pido... (pídase).  A Tí, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

25 de marzo al 25 de diciembre

 

¡Dichosa Tu, que has creído ! (Lc 1, 45)

María Santísima, Esposa del Espíritu Santo

Cuando María ha echado raíces en un alma, realiza allí las maravillas de la gracia que sólo Ella puede realizar, porque Ella sola es Virgen fecunda, que no tuvo ni tendrá jamás semejante en pureza y fecundidad.

María ha colaborado con el Espíritu Santo a la mayor obra que ha sido posible, es decir, la Encarnación del Verbo. En consecuencia, Ella realizará también los mayores portentos de los últimos tiempos. La formación y educación de los grandes santos, que vivirán hacia el fin del mundo, están reservadas a Ella, porque sólo esta Virgen singular y milagrosa puede realizar en unión del Espíritu Santo, las cosas singulares y extraordinarias.

Cuando el Espíritu Santo, su Esposo, la encuentra en un alma, vuela y entra en esa alma en plenitud y se le comunica tanto más abundantemente cuanto más sitio hace el alma a su Esposa. Una de las razones principales de que el Espíritu Santo no realice maravillas portentosas en las almas, es que no encuentra en ellas una unión suficientemente estrecha con su fiel e indisoluble Esposa.

San Luis-María Grignion de Montfort

Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen n°35 y 36

 

Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"

 

"...Es siempre sugestivo este momento de fe y devoto homenaje a María Santísima con que concluye el mes de mayo, mes mariano -expresó Juan Pablo II en la Audiencia General del 31 de mayo de 2000-. Habéis rezado el Santo Rosario caminando hacia esta gruta de Lourdes, que se encuentra en el centro de los jardines vaticanos. Aquí, ante la Imagen de la Virgen Inmaculada, habéis depositado en sus manos vuestras intenciones de oración, meditando en el misterio que se celebra hoy:  la Visitación de María Santísima a Santa Isabel.

En este acontecimiento -continuó Juan Pablo II-, se refleja una "Visitación" más profunda:  la de Dios a su pueblo, saludada por el júbilo del pequeño Juan, el mayor entre los nacidos de mujer (cf. Mt 11, 11), ya desde el seno materno. Así, el mes mariano concluye bajo el signo del "gaudium", segundo misterio "gozoso", es decir, de la alegría, del júbilo..."

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En la Plaza de San Pedro, tuvo lugar una celebración al concluir el mes de Mayo 2008. Durante el rezo del Rosario,  la Imagen de la Virgen fue llevada en procesión por la Plaza. Después de la oración mariana, el Santo Padre Benedicto XVI pronunció un discurso.

El Santo Padre señaló que tras la Anunciación del Arcángel, "María se encontró con un gran misterio encerrado en su Seno; sabía que había sucedido algo extraordinariamente único; se daba cuenta de que había comenzado el último capítulo de la historia de la salvación del mundo"

Cuando la Virgen llega a casa de Isabel, ésta, iluminada desde lo Alto, exclama: "Bendita Tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la Madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!".

El Papa puso de relieve que "las palabras de Isabel encienden en su espíritu un cántico de alabanza que es una auténtica y profunda interpretación "teológica" de su historia: una lectura que tenemos que seguir aprendiendo de quien tiene una fe sin sombras ni grietas."

"Engrandece mi alma al Señor". María reconoce la grandeza de Dios. Este es el primer e indispensable sentimiento de la fe: el sentimiento que da seguridad a la criatura humana y que la libera del miedo, a pesar de las tempestades de la historia".

"Su fe -continuó- le ha hecho ver que los tronos de los poderosos de este mundo son provisionales, mientras que el Trono de Dios es la única roca que no cambia, que no se derrumba. Su Magnificat, con el pasar de los siglos y milenios, sigue siendo la interpretación más verdadera y profunda de la historia, mientras las interpretaciones de tantos sabios de este mundo han sido desmentidas por los hechos en el transcurso de los siglos".

El Santo Padre Benedicto XVI concluyó invitando a los fieles "volver a casa con el Magnificat en el corazón. Alberguemos en nosotros los mismos sentimientos de alabanza y de acción de gracias de María hacia el Señor, su fe y su esperanza, su abandono dócil en las manos de la Providencia divina. Imitemos su ejemplo de disponibilidad y generosidad en el servicio a los hermanos. De hecho, sólo acogiendo el Amor de Dios y haciendo de nuestra existencia un servicio desinteresado y generoso al prójimo, podremos elevar con alegría un canto de alabanza al Señor. Que nos alcance esta gracia la Virgen Santísima, que esta noche nos invita a encontrar refugio en su Corazón Inmaculado".

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San Ambrosio, en su Tratado sobre el Evangelio de San Lucas, II, 25-26, refiriéndose al saludo de Santa Isabel, escribió: 

"...Y de dónde a mí que la Madre de mi Señor venga a mí? No habla como una ignorante -ella sabía que existía la gracia y la operación del Espíritu Santo, para que la madre del profeta fuese saludada por la Madre del Señor para provecho de su hijo-, sino que ella reconocía que esto es el resultado, no de un mérito humano, sino de la gracia divina. Dice así: ¿De dónde a mí?, es decir, ¿qué felicidad me llega que la Madre de mi Señor viene a mí? Yo reconozco que no tengo nada que esto exija. ¿De dónde a mí? ¿Por qué justicia, por qué acciones, por qué méritos? No son diligencias acostumbradas entre mujeres que la Madre de mi Señor venga a mí. Yo presiento el milagro, reconozco el misterio: la Madre del Señor está fecundada del Verbo, llena de Dios.
 
Porque he aquí que, como sonó la voz de tu salutación en mis oídos, dio saltos de alborozo el niño en mi seno. Y dichosa Tú que has creído.
 
María no dudó, sino que creyó, y por eso ha conseguido el fruto de la fe. Bienaventurada Tú, dice, que has creído. ¡Mas también sois bienaventurados vosotros que habéis oído y creído!, pues toda alma que cree, concibe y engendra la palabra de Dios y reconoce sus obras. Que en todos resida el alma de María para glorificar al Señor; que en todos resida el espíritu de María para exultar en Dios. Si corporalmente no hay más que una Madre de Cristo, por la fe Cristo es fruto de todos..."

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Les informamos que hemos redactado y diseñado
un e-Curso con textos extraídos de la extensa Catequesis del Siervo de Dios el Papa Juan Pablo II que lleva por título SAGRADO CORAZÓN: SÍMBOLO DEL AMOR DE CRISTO. Este e-Curso gratuito contiene los textos catequéticos sobre cada una de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesúsy serán enviadas  diariamente a la dirección de correo electrónico de quienes deseen inscribirse a través de de la siguiente dirección:
 
 
"...El mes de junio está dedicado, de modo especial, a la veneración del Corazón divino. No sólo un día, la fiesta litúrgica que, de ordinario, cae en junio, sino todos los días. Con esto se vincula la devota práctica de rezar o cantar diariamente las Letanías al Sacratísimo Corazón de Jesús...." (
Ángelus, 27 de junio de 1982).
 
 

SALVE, VIRGEN Y ESPOSA !

HIMNO AKÁTHISTOS, 5

Con el Niño en Su seno,
presurosa María,
a su prima Isabel visitaba.
El pequeño en el seno materno
exultó al oír el saludo,
y con saltos, cual cantos de gozo,
a la Madre aclamaba:

Salve, oh tallo del verde Retoño;
Salve, oh rama del Fruto incorrupto.
Salve, al pío Arador Tú cultivas;
Salve, Tú plantas quien planta la vida.
Salve, oh campo fecundo - de gracias copiosas;
Salve, oh mesa repleta - de dones divinos.
Salve, un Prado germinas - de toda delicia;
Salve, al alma preparas - Asilo seguro.
Salve, incienso de grata plegaria;
Salve, ofrenda que el mundo concilia.
Salve, clemencia de Dios para el hombre;
Salve, del hombre con Dios confianza.
Salve, ¡Virgen y Esposa!

 

DEL VENERABLE SIERVO DE DIOS JUAN PABLO II 

          

EL MISTERIO DE LA VISITACIÓN ES EL PRELUDIO DE LA MISIÓN DEL SALVADOR

AUDIENCIA GENERAL.  Miércoles 2 de octubre de 1996

EL MISTERIO DE LA VISITACIÓN

 

Queridos hermanos y hermanas

1. En el relato de la Visitación, Lucas muestra cómo la gracia de la Encarnación, después de haber inundado a María, lleva salvación y alegría a la casa de Isabel. El Salvador de los hombres, oculto en el seno de Su Madre, derrama el Espíritu Santo, manifestándose ya desde el comienzo de su venida al mundo.

El evangelista, describiendo la salida de María hacia Judea, usa el verbo anístemi, que significa levantarse, ponerse en movimiento. Considerando que este verbo se usa en los evangelios pare indicar la Resurrección de Jesús (cf. Mc 8, 31; 9, 9. 31; Lc 24, 7. 46) o acciones materiales que comportan un impulso espiritual (cf. Lc 5, 27­28; 15, 18. 20), podemos suponer que Lucas, con esta expresión, quiere subrayar el impulso vigoroso que lleva a María, bajo la inspiración del Espíritu Santo, a dar al mundo el Salvador.

El texto evangélico refiere, además, que María realice el viaje "con prontitud" (Lc 1, 39). También la expresión "a la región montañosa" (Lc 1, 39), en el contexto de San Lucas, es mucho más que una simple indicación topográfica, pues permite pensar en el mensajero de la buena nueva descrito en el libro de Isaías: "¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión: 'Ya reina tu Dios'!" (Is 52, 7).

Así como manifiesta San Pablo, que reconoce el cumplimiento de este texto profético en la predicación del Evangelio (cf. Rom 10, 15), así también San Lucas parece invitar a ver en María a la primera evangelista, que difunde la buena nueva, comenzando los viajes misioneros del Hijo divino.

La dirección del viaje de la Virgen Santísima es particularmente significativa: será de Galilea a Judea, como el camino misionero de Jesús (cf. Lc 9, 51).

En efecto, con su visita a Isabel, María realiza el preludio de la Misión de Jesús y, colaborando ya desde el comienzo de su maternidad en la obra redentora del Hijo, se transforma en el Modelo de quienes en la Iglesia se ponen en camino para llevar la luz y la alegría de Cristo a los hombres de todos los lugares y de todos los tiempos.

El encuentro con Isabel presenta rasgos de un gozoso acontecimiento salvífico, que supera el sentimiento espontáneo de la simpatía familiar. Mientras la turbación por la incredulidad parece reflejarse en el mutismo de Zacarías, María irrumpe con la alegría de su fe pronta y disponible: "Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel" (Lc 1, 40).

San Lucas refiere que "cuando oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno" (Lc 1, 41). El saludo de María suscita en el hijo de Isabel un salto de gozo: la entrada de Jesús en la casa de Isabel, gracias a Su Madre, transmite al profeta que nacerá la alegría que el Antiguo Testamento anuncia como signo de la presencia del Mesías.

Ante el saludo de María, también Isabel sintió la alegría mesiánica y "quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: 'Bendita Tu entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno' " (Lc 1, 41­42).

En virtud de una iluminación superior, comprende la grandeza de María que, más que Yael y Judit, quienes la prefiguraron en el Antiguo Testamento, es bendita entre las mujeres por el fruto de su seno, Jesús, el Mesías.

La exclamación de Isabel "con gran voz" manifiesta un verdadero entusiasmo religioso, que la plegaria del Avemaría sigue haciendo resonar en los labios de los creyentes, como cántico de alabanza de la Iglesia por las maravillas que hizo el Poderoso en la Madre de Su Hijo.

Isabel, proclamándola "Bendita entre las mujeres" indica la razón de la bienaventuranza de María en su fe: "¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!" (Lc 1, 45). La grandeza y la alegría de María tienen origen en el hecho de que Ella es la que cree.

Ante la excelencia de María, Isabel comprende también qué honor constituye pare ella su visita: "¿De dónde a mí que la Madre de mi Señor venga a mí?" (Lc 1, 43). Con la expresión "mi Señor", Isabel reconoce la dignidad real, más aun, mesiánica, del Hijo de María. En efecto, en el Antiguo Testamento esta expresión se usaba pare dirigirse al rey (cf. 1 R 1, 13, 20, 21, etc.) y hablar del rey­mesías (Sal 110, 1). El ángel había dicho de Jesús: "El Señor Dios le dará el trono de David, su padre" (Lc 1, 32). Isabel, "llena de Espíritu Santo", tiene la misma intuición. Más tarde, la glorificación pascual de Cristo revelará en qué sentido hay que entender este título, es decir, en un sentido trascendente (cf. Jn 20, 28; Hch 2, 34­36).

Isabel, con su exclamación llena de admiración, nos invita a apreciar todo lo que la presencia de la Virgen trae como don a la vida de cada creyente.

En la Visitación la Virgen lleva el Cristo, que derrama el Espíritu Santo, a la madre del Bautista. Las mismas palabras de Isabel expresan bien este papel de mediadora: "Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo saltó de gozo el niño en mi seno" (Lc 1, 44). La intervención de María produce, junto con el don del Espíritu Santo, como un preludio de Pentecostés, confirmando una cooperación que, habiendo empezado con la Encarnación, esta destinada a manifestarse en toda la obra de la salvación divina.

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EL CAMINO DE MARIA . Edición número 515

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jueves, 27 de mayo de 2010

GLORIA Y ALABANZA A TI, SANTISIMA TRINIDAD, UNICO Y ETERNO DIOS !





Esta edición la puede leer y/o imprimir desde: http://www.mariamediadora.com/Oracion/Newsletter514.htm

 

EL CAMINO DE MARÍA

SAGRADOCORAZÓN: SÍMBOLO DEL AMOR DE CRISTO

 ¡Sacratísimo Corazón de Jesús, en Ti confío!

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JUNIO, MES DEDICADO A LA DEVOCIÓN AL SAGRADO CORAZÓN

JESUS, CONFIO EN TI

"Ofrezco a los hombres un Recipiente con el que han de venir a la Fuente de la Misericordia para recoger gracias. Ese Recipiente es esta Imagen con la firma: JESÚS, EN TI CONFÍO" (Diario, 327).

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Newsletter 514

 Domingo 30 de mayo de 2010

LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Soy todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida. Dame tu Corazón, oh María.

  Soy todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo. Amen.

Oh Dios Padre Misericordioso, que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo, concediste a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei,  la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad a las exigencias de la vocación crisTiana, convirTiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei, y que me concedas por su intercesión el favor que te pido... (pídase).  A Tí, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del Tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que sanTifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

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Trisagio Angélico

 V. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R. Amén.

V. Señor ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

V. ¡Dios mío, ven en mi auxilio!
R. Señor, date prisa en socorrerme.

 V. Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
 

Santo Dios, Santo fuerte, Santo inmortal, ten misericordia de nosotros.

 Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.

 V. A Ti la alabanza, a Ti la gloria, a Ti hemos de dar gracias por los siglos de los siglos, ¡oh Trinidad Beatísima!
R. Santo, Santo, Santo Señor Dios de los ejércitos. Llenos están los cielos y la tierra de tu gloria.

 V. Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

 Santo Dios, Santo fuerte, Santo inmortal, ten misericordia de nosotros.

A Ti Dios Padre no engendrado, a Ti Hijo unigénito, a Ti Espíritu Santo Paráclito, santa e indivisa Trinidad, con todas las fuerzas de nuestro corazón y de nuestra voz, te reconocemos, alabamos y bendecimos; gloria a Ti por los siglos de los siglos.

 V. Bendigamos al Padre, y al Hijo, con el Espíritu Santo.
R. Alabémosle y ensalcémosle por todos los siglos.

V. Oh Dios todopoderoso y eterno, que con la luz de la verdadera fe diste a tus siervos conocer la gloria de la Trinidad eterna, y adorar la Unidad en el poder de tu majestad: haz, te suplicamos, que, por la firmeza de esa misma fe, seamos defendidos siempre de toda adversidad. Por Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos.
R. Amén.

 Líbranos, sálvanos, vivifícanos, ¡oh Trinidad Beatísima! 

 

¡GLORIA Y ALABANZA A TÍ, SANTÍSIMA TRINIDAD, ÚNICO Y ETERNO DIOS!

Bendito seas, Padre, que en Tu infinito Amor
nos has dado a Tu Hijo Unigénito,
hecho carne por obra del Espíritu Santo
en el seno purísimo de la Virgen María
y nacido en Belén hace dos mil años.
Él se hizo nuestro Compañero de viaje
y dio nuevo significado a la historia,
que es un camino recorrido juntos
en las penas y los sufrimientos,
en la fidelidad y el amor,
hacia los cielos nuevos y la Tierra nueva
en los cuales Tú, vencida la muerte, serás Todo en todos.
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¡Gloria y alabanza a Ti, Santísima Trinidad, Único y Eterno Dios!

Que por tu gracia, Padre, 
este año sea un Tiempo de conversión y de gozoso retorno a Ti;
que sea un Tiempo de reconciliación entre los hombres
y de nueva concordia entre las naciones;
un tiempo en que las espadas se cambien por arados
y al ruido de las armas le sigan los cantos de la paz.
Concédenos, Padre, poder vivir dóciles a la voz del Espíritu,
fieles en el seguimiento de Cristo,
asiduos en la escucha de la Palabra
y en el acercarnos a las fuentes de la gracia.

¡Gloria y alabanza a Ti, Santísima Trinidad, Único y Eterno Dios!

Sostén, Padre, con la fuerza del Espíritu,
los esfuerzos de la Iglesia en la nueva evangelización
y guía nuestros pasos por los caminos del mundo,
para anunciar a Cristo con la propia vida
orientando nuestra peregrinación terrena hacia la Ciudad de la luz.
Que los discípulos de Jesús brillen por su amor hacia los pobres;
que sean solidarios con los necesitados
y generosos en las obras de misericordia;
que sean indulgentes con los hermanos
para alcanzar de Ti ellos mismos indulgencia y perdón.

¡Gloria y alabanza a Ti, Santísima Trinidad, Único y Eterno Dios!

Concede, Padre, que los discípulos de Tu Hijo,
purificada la memoria y reconocidas las propias culpas,
sean una sola cosa para que el mundo crea.
Se extienda el diálogo entre los seguidores de las grandes religiones
y todos los hombres descubran la alegría de ser hijos tuyos.
A la voz suplicante de María, Madre de todos los hombres,
se unan las voces orantes de los apóstoles y de los mártires cristianos,
de los justos de todos los pueblos y de todos los tiempos,
para que este tiempo sea para cada uno y para la Iglesia
causa de renovada esperanza y de gozo en el Espíritu.

¡Gloria y alabanza a Ti, Santísima Trinidad, Único y Eterno Dios!

A Ti, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre,
Por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia,
En el Espíritu que santifica el universo, alabanza, honor y gloria
ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

(ORACIÓN  PARA LA CELEBRACIÓN DEL GRAN JUBILEO DEL AÑO 2000)

 

Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"

 

El Domingo siguiente a Pentecostés la Iglesia celebra la Solemnidad de la Santísima Trinidad. En la baja Edad Media, la devoción creciente de los fieles al misterio de Dios Uno y Trino, que desde la época carolingia tenía un lugar importante en la piedad privada y había dado origen a expresiones de piedad litúrgica, indujo a Juan XXII a extender en 1334 la fiesta de la Trinidad a toda la Iglesia latina.

Respecto a la piedad popular a la Santísima Trinidad, el misterio central de la fe y de la vida cristiana, no es cuestión tanto de recordar tal o cual ejercicio de piedad, sino de subrayar que toda forma auténtica de piedad cristiana debe hacer referencia al verdadero y solo Dios Uno y Trino, "El Padre Omnipotente y su Hijo Unigénito y el Espíritu Santo". Tal es el misterio de Dios, el que se nos ha revelado en Cristo y por medio de Él. 

En efecto, son numerosos los ejercicios de piedad que tienen una impronta y una dimensión trinitaria. La mayor parte de ellos comienza con el signo de la Cruz y "En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo", la misma fórmula con la que son bautizados los discípulos de Jesús y comienzan una vida de intimidad con Dios, como hijos del Padre, hermanos del Hijo encarnado, templos del Espíritu. Otros ejercicios de piedad comienzan dando "Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo". Otros concluyen con la bendición impartida en el nombre de las tres Personas divinas. Y no son pocos los ejercicios de piedad cuyas oraciones, siguiendo el esquema característico de la oración litúrgica, se dirigen "Al Padre por Cristo en el Espíritu" y presentan formulas doxológicas inspiradas en los textos litúrgicos.

Entre los ejercicios de piedad dedicados directamente a Dios Trino y Uno hay que recordar la doxología (Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo...), el Trisagio bíblico (Santo, Santo, Santo) y  el Trisagio Angélico (Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten Misericordia de nosotros), muy difundido en Oriente y también en algunos países, órdenes y congregaciones de Occidente.

El Trisagio Angélicoes una oración de adoración y alabanza que se acostumbra rezar durante tres días, empezando en el viernes antes de la Solemnidad  para terminar el Domingo.

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El Santo Padre Benedicto XVI, hizo la siguiente meditación antes del rezo del Ángelus del Domingo 11 de junio de 2006

"En este Domingo que sigue a Pentecostés celebramos la Solemnidad de la Santísima Trinidad. Gracias al Espíritu Santo, que ayuda a comprender las palabras de Jesús y guía hacia la verdad completa (Jn 14,26; 16,13), los creyentes pueden conocer, por así decirlo, la intimidad de Dios mismo, descubriendo que Él no es soledad infinita, sino comunión de luz y amor, vida donada y recibida en un eterno diálogo entre el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo – Amante, Amado y Amor, por recordar a San Agustín. De esta manera, nadie puede ver a Dios, pero Él mismo se ha dado a conocer de forma que, con el Apóstol Juan, podemos afirmar: «Dios es Amor» (1 Jn 4,8.16), «nosotros hemos conocido el Amor que Dios nos tiene y hemos creído en El» (Deus Caritas est, 1; 1 Jn 4,16). Quien encuentra a Cristo y entra con Él en una relación de amistad, acoge la misma Comunión trinitaria en la propia alma, según la promesa de Jesús a los discípulos: «Si alguno me ama guardará Mi Palabra, y Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él» (Jn 14,23).

Todo el universo, para quien tiene fe, habla de Dios Uno y Trino. Desde los espacios interestelares hasta las partículas microscópicas, todo lo que existe remite a un Ser que se comunica en la multiplicidad y variedad de los elementos, como en una inmensa sinfonía. Todos los seres están ordenados según un dinamismo armónico que podemos analógicamente llamar «Amor». Pero sólo en la persona humana, libre y racional, este dinamismo se hace espiritual, se convierte en amor responsable, como respuesta a Dios y al prójimo en un don sincero de sí. En este amor el ser humano encuentra su verdad y su felicidad.

Entre las diversas analogías del inefable misterio de Dios Uno y Trino que los creyentes tienen capacidad de entrever, deseo citar la de la familia. Ella está llamada a ser una comunidad de amor y de vida, en la cual las diversidades deben concurrir a formar una «parábola de comunión».

Obra maestra de la Santísima Trinidad, entre todas las criaturas, es la Virgen María: en Su Corazón humilde y lleno de fe Dios se preparó una digna morada, para llevar a cumplimiento su misterio de salvación. El Amor divino halló en Ella correspondencia perfecta y en Su Seno el Hijo Unigénito se hizo hombre. Con confianza filial dirijámonos a María, para que, con Su ayuda, podamos progresar en el amor y hacer de nuestra vida un canto de alabanza al Padre por medio del Hijo en el Espíritu Santo."

 

Les invitamos a obtener gratuitamente el libro digital que lleva por título LA SANTÍSIMA TRINIDAD, cuyo contenido es el siguiente:

LA GLORIA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD:

1-EN LA CREACIÓN
2-EN LA HISTORIA
3-EN LA ENCARNACIÓN 
4-EN EL BAUTISMO
5-EN LA TRANSFIGURACIÓN
6-EN LA PASIÓN
7-EN LA RESURRECCIÓN
8-EN LA ASCENSIÓN
9-EN PENTECOSTÉS
10-EN EL HOMBRE VIVIENTE

LA SANTÍSIMA TRINIDAD Y LA MADRE DEL REDENTOR

Si lo desea, puede descargarlo a su computadoradesde la siguiente dirección de nuestro sitio  Virgo Fidelis 

http://www.virgofidelis.com.ar/biblioteca.htm

También puede leer y/o imprimir el contenido del libro LA SANTÍSIMA TRINIDAD, en la siguiente dirección:

http://www.mariamediadora.com/SantisimaTrinidad/

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"¡Queridos hijos! Dios les ha dado la gracia de vivir y de custodiar todo el bien que hay en ustedes y alrededor de ustedes, y de alentar a otros a ser mejores y más santos, pero satanás no duerme, y a través del modernismo los desvía y los conduce por su camino. Por eso, hijitos, en el amor hacia mi Corazón Inmaculado, amen a Dios sobre todas las cosas y vivan Sus Mandamientos. Así su vida tendrá sentido y la paz reinará en la Tierra. Gracias por haber respondido a mi llamado!" Mensaje de Nuestra Señora Reina de la Paz en Medjugorge. 25/5/2010

DEL VENERABLE SIERVO DE DIOS JUAN PABLO II 

LA GLORIA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD EN PENTECOSTÉS

Audiencia General del miércoles 31 de mayo  de 2000

LA GLORIA DE LA TRINIDAD EN PENTECOSTÉS

 

¡Queridos Hermanos y Hermanas!

1. El Pentecostés cristiano, celebración de la efusión del Espíritu Santo, presenta varios aspectos en los escritos neotestamentarios. Comenzaremos con el que nos delinea el pasaje de los Hechos de los Apóstoles que acabamos de escuchar. Es el más inmediato en la mente de todos, en la historia del arte e incluso en la liturgia.

San Lucas, en su segunda obra, sitúa el don del Espíritu dentro de una Teofanía, es decir, de una revelación divina solemne, que en sus símbolos remite a la experiencia de Israel en el Sinaí (cf. Ex 19). El fragor, el viento impetuoso, el fuego que evoca el fulgor, exaltan la trascendencia divina. En realidad, es el Padre quien da el Espíritu a través de la intervención de Cristo glorificado. Lo dice san Pedro en su discurso:  "Jesús, exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha derramado, como vosotros veis y oís" (Hch 2, 33). En Pentecostés, como enseña el Catecismo de la Iglesia católica, el Espíritu Santo "se manifiesta, da y comunica como Persona divina (...). En este día se revela plenamente la Santísima Trinidad" (nn. 731-732).

2. En efecto, toda la Trinidad está implicada en la irrupción del Espíritu Santo, derramado sobre la primera comunidad y sobre la Iglesia de todos los tiempos como sello de la nueva Alianza anunciada por los profetas (cf. Jr 31, 31-34; Ez 36, 24-27), como confirmación del testimonio y como fuente de unidad en la pluralidad. Con la fuerza del Espíritu Santo, los Apóstoles anuncian al Resucitado, y todos los creyentes, en la diversidad de sus lenguas y, por tanto, de sus culturas y vicisitudes históricas, profesan la única fe en el Señor, "anunciando las maravillas de Dios" (Hch 2, 11).

Es significativo constatar que un comentario judío al Éxodo, refiriéndose al capítulo 10 del Génesis, en el que se traza un mapa de las setenta naciones que, según se creía, constituían la humanidad entera, las remite al Sinaí para escuchar la palabra de Dios:  "En el Sinaí la  voz  del Señor se dividió en setenta lenguas, para que todas las naciones pudieran comprender" (Éxodo Rabba', 5, 9). Así, también en el Pentecostés que relata san Lucas, la palabra de Dios, mediante los Apóstoles, se dirige a la humanidad para anunciar a todas las naciones, en su diversidad, "las maravillas de Dios" (Hch 2, 11).

3. Sin embargo, en el Nuevo Testamento hay otro relato que podríamos llamar el Pentecostés de San Juan. En efecto, en el cuarto Evangelio la efusión del Espíritu Santo se sitúa en la tarde misma de Pascua y se halla íntimamente vinculada a la Resurrección. Se lee en san Juan:  "Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo:  "La paz esté con vosotros". Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez:  "La paz esté con vosotros. Como el Padre me envió, también Yo os envío". Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:  "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos"" (Jn 20, 19-23).

También en este relato de San Juan resplandece la gloria de la Trinidad:  de Cristo resucitado, que se manifiesta en su Cuerpo glorioso; del Padre, que está en la fuente de la misión apostólica; y del Espíritu Santo, derramado como don de paz. Así se cumple la promesa hecha por Cristo, dentro de esas mismas paredes, en los discursos de despedida a los discípulos:  "El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en Mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que Yo os he dicho" (Jn 14, 26). La presencia del Espíritu en la Iglesia está destinada al perdón de los pecados, al recuerdo y a la realización del Evangelio en la vida, en la actuación cada vez más profunda de la unidad en el amor.

El acto simbólico de soplar quiere evocar el acto del Creador que, después de modelar el cuerpo del hombre con polvo del suelo, "insufló en sus narices un aliento de vida" (Gn 2, 7). Cristo resucitado comunica otro soplo de vida, "el Espíritu Santo". La Redención es una nueva creación, obra divina en la que la Iglesia está llamada a colaborar mediante el ministerio de la reconciliación.

4. El apóstol San Pablo no nos ofrece un relato directo de la efusión del Espíritu, pero cita sus frutos con tal intensidad que se podría hablar de un Pentecostés paulino, también presentado en una perspectiva trinitaria. Según dos pasajes paralelos de las cartas a los Gálatas y a los Romanos, el Espíritu es el don del Padre, que nos transforma en hijos adoptivos, haciéndonos partícipes de la vida misma de la familia divina. Por eso afirma san Pablo:  "No recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar:  ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si somos hijos, también herederos:  herederos de Dios y coherederos de Cristo" (Rm 8, 15-17; cf. Ga 4, 6-7).

Con el Espíritu Santo en el corazón podemos dirigirnos a Dios con el nombre familiar  abbá, que Jesús mismo usaba con respecto a su Padre celestial (cf. Mc 14, 36). Como Él, debemos caminar según el Espíritu en la libertad interior profunda:  "El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí" (Ga 5, 22-23).

Concluyamos esta contemplación de la Santísima Trinidad  con una invocación de la liturgia de Oriente de las Vísperas de Pentecostés: 

 "Venid, pueblos, adoremos a la Divinidad en tres Personas:  el Padre, en el Hijo, con el Espíritu Santo. Porque el Padre, desde toda la eternidad, engendra un Hijo coeterno que reina con Él, y el Espíritu Santo está en el Padre, es glorificado con el Hijo, potencia única, sustancia única, divinidad única... ¡Gloria a Ti, Trinidad Santa!" .

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