martes, 27 de abril de 2010

MARIA SANTISIMA VIENE A VIVIR EN EL ALMA

Esta edición la puede leer y/o imprimir desde: http://www.mariamediadora.com/Oracion/Newsletter508.htm

EL CAMINO DE MARÍA

Cum Maria contemplemur Christi vultum!

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Yo digo con los santos: La Virgen es el paraíso terrestre del nuevo Adán, donde se encarnó por obra del Espíritu Santo para hacer maravillas indecibles. Es la Magnificencia del Altísimo, donde Él ha escondido, como en su seno, su Hijo Único, y en Él todo cuanto hay de excelencia y de belleza. Cuántas grandes cosas ese Dios poderoso ha hecho en esta Criatura Admirable, y a pesar de su profunda humildad, Ella misma está obligada a decirlo: “Pues el Grande y Poderoso ha hecho en mí maravillas” (San Luis María Grignion de Montfort , Tratado de la Verdadera Devoción a la Virgen)

JESUS, CONFIO EN TI

"Ofrezco a los hombres un Recipiente con el que han de venir a la Fuente de la Misericordia para recoger gracias. Ese Recipiente es esta Imagen con la firma: JESÚS, EN TI CONFÍO" (Diario, 327).

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Newsletter 508

MAYO, MES DE MARÍA SANTÍSIMA

2 de mayo de 2010

Soy todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida. Dame tu Corazón, oh María.

Soy todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo. Amen.

Oh Dios Padre Misericordioso, que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo, concediste a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei, la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei, y que me concedas por su intercesión el favor que te pido... (pídase). A Tí, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

MARÍA SANTÍSIMA VIENE A VIVIR EN EL ALMA

Dado que toda nuestra perfección consiste en ser conformes a Jesucristo y estar unidos y consagrados a Él, sin duda alguna la más perfecta devociones es la que nos conforma, une y consagra más perfectamente a Jesucristo. Y dado que María es entre todas las criaturas la más conforme a su Hijo, por eso, por encima de las otras devociones, la que mejor nos consagra y vuelve nuestra alma conforme a nuestro Señor, es la Devoción a la Santísima Virgen, su Madre; y cuánto más esté un alma consagrada a María, tanto mas lo estará a Jesucristo.

De aquí sigue que la perfecta consagración a Jesucristo, no es sino una perfecta y total consagración de sí mismo a la Santísima Virgen; y ésta es la devoción que enseño.

Dicho con otras palabras, ésta forma de devoción es una perfecta renovación de los votos y promesas del Santo Bautismo. En ella el cristiano se entrega totalmente a la Santísima Virgen, para pertenecer por medio de Ella totalmente a Cristo.

De esto resulta que alguien puede consagrarse al mismo tiempo a la Santísima Virgen y a Jesucristo: a la Virgen porque es el Camino perfecto que Cristo mismo eligió para unirse a nosotros y unirnos a nosotros con Él; al Señor Jesús porque Él es nuestro último Fin, a quien debemos todo lo que somos, ya que Él es nuestro Redentor y nuestro Dios.

Además debemos considerar que todo hombre, al ser bautizado, por propia boca o por la de su padrino o de su madrina, renuncia solemnemente a satanás, a sus pompas y a sus obras, y elige a Jesucristo por Maestro suyo y por Señor soberano. Es lo que sucede por la presente devoción: el cristiano renuncia al demonio, al mundo, al pecado y a sí mismo, y se entrega por entero a Jesucristo, por manos de María.

Después del Bautismo el cristiano queda completamente libre para aplicar dicho valor a quien quiera o conservarlo para sí. Por esta Devoción, nos consagramos explícitamente al Señor por manos de María y le entregamos el valor de todas nuestras acciones.
Una infinidad de óptimos efectos produce en el corazón esta Devoción practicada fielmente. El principal de ellos es que Maria viene a vivir en el alma de modo que ya no es el alma que vive, sino Maria que vive en ella y que llega a ser, por así decirlo, el alma de la propia alma.
¿Qué maravillas obra Maria cuando por una gracia realmente inefable llega a ser Reina de un alma?
Obra grandes maravillas y trabaja sobre todo en los corazones, y muchas veces en la ignorancia del alma misma, ya que si ésta se diera cuenta de lo que sucede en ella se expondría al peligro de perder, por causa de la vanidad, esta belleza suya.
Maria es la Virgen fecunda, en todas las almas en las que vive hace brotar la pureza del corazón y del cuerpo, la rectitud en las intenciones y abundantes buenas obras.
No creáis que Maria, la más fecunda de las criaturas puras, que llegó al punto de producir un Dios, permanezca inactiva en un alma fiel.
Ella es quien hará que el alma viva incesantemente por Jesucristo, y hará que Jesús viva en el alma (...) Como Jesús, que cuando vino al mundo quiso ser fruto de Maria, así sucede en cada alma; y en aquellas en las que Maria puede habitar más libremente, se ve mejor que es Su fruto y obra maestra. (...)

San Luis María Grignion de Montfort.

Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen


Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"

El Papa Juan Pablo II visitó el martes 1 de mayo de 1979 el Santuario del "Divino Amore" (Amor Divino), al sur de Roma. En su Homilía expresó:

"...En este día primero del mes de Mayo, junto con todos vosotros, también yo he querido venir en peregrinación a este lugar bendito, para arrodillarme a los pies de la imagen milagrosa, que, desde hace siglos, no cesa de dispensar gracias y consuelo espiritual, y para dar así comienzo solemne al mes mariano, que en la piedad popular encuentra expresiones sumamente delicadas de veneración y afecto hacia nuestra Madre Dulcísima. La tradición cristiana, que nos hace ofrecer flores, ramilletes y piadosos propósitos a la Toda-hermosa y Toda-Santa, encuentre en este Santuario, que sugiere en medio de la campiña romana, rica de luz y verdor, el punto ideal de referencia en este mes consagrado a Ella. Tanto más que Su Imagen, representada sentada en el trono, con el Niño Jesús en sus brazos, y con la paloma descendiendo sobre Ella, como símbolo del Espíritu Santo, que es precisamente el Divino Amor, nos trae a la mente los vínculos dulces y puros que unen a la Virgen María con el Espíritu Santo y con el Señor Jesús. Flor nacida de Su Seno, en la obra de nuestra redención. Cuadro admirable, ya contemplado, en una evocación lírica, por el mayor poeta italiano cuando hace exclamar a San Bernardo: "En Tu Seno se enciende el Amor por el que caldeada en la eterna paz ha brotado así esta Flor." (Paradiso, 33, 7-9)..."

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"Hoy comienza el mes que la piedad popular ha consagrado de modo especial al culto de la Virgen María" -expresaba Juan Pablo II en la meditación antes del rezo del Regina Caeli del 1 de mayo de 1982- ."Al hablar de San José y de la Casa de Nazaret, el pensamiento se dirige espontáneamente a Aquella que, en esa Casa, fue durante años la esposa afectuosa y madre tiernísima, ejemplo incomparable de serena fortaleza y de confiado abandono. ¿Cómo no desear que la Virgen Santa entre también en nuestras casas, obteniendo con la fuerza de su intercesión materna, como dije en la Exhortación Apostólica "Familiaris consortio", que "cada familia cristiana pueda llegar a ser verdaderamente una 'pequeña Iglesia', en la que se refleje y reviva el misterio de la Iglesia de Cristo" (n. 86)"

"Para que esto suceda,
-agregó Juan Pablo II- es necesario que florezca nuevamente en las familias la devoción a María Santísima, especialmente mediante el rezo del Santo Rosario. El mes de mayo, que comienza hoy, puede ser la ocasión oportuna para reanudar esta hermosa práctica que tantos frutos de compromiso generoso y de consuelo espiritual ha dado a las generaciones cristianas, durante siglos."

"Que el Rosario vuelva a las manos de los cristianos, -concluyó el Papa- y se intensifique, con su ayuda, el diálogo entre la tierra y el Cielo, que es garantía de que persevere el diálogo entre los hombres mismos, hermanados bajo la mirada amorosa de la Madre común."

Les invitamos a descargar gratuitamente a su computadora el libro digital que lleva por título: MAYO, MES DE MARIA, que contiene meditaciones para cada día del mes de mayo, desde la siguiente dirección de nuestro sitio Virgo Fidelis

http://virgofidelis.com.ar/biblioteca2.htm

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“¡Queridos hijos! En este tiempo, cuando de manera especial oráis y buscáis mi intercesión, os invito hijitos a orar para que a través de vuestras oraciones, yo pueda ayudaros a que muchos corazones más se abran a mis mensajes. Yo estoy con vosotros e intercedo ante Mi Hijo por cada uno de vosotros. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!” )(Mensaje de Nuestra Señora Reina de la Paz en Medjugorge. 25/4/2010)

DEL VENERABLE SIERVO DE DIOS JUAN PABLO II

Nuestra Señora de Czestochowa

MAYO, MES DE MARÍA SANTÍSIMA

Audiencia General del miércoles 2 de mayo de 1979

MAYO, MES DE MARÍA SANTÍSIMA

Amadísimos hermanos y hermanas.

1. “Regina caeli lactare, alleluia / quia quem meruisti portare, alleluia / resurrexit, sicut dixit, alleluia / ora pro nobis Deum, alleluia”.

Deseo dedicar esta audiencia general de hoy, de modo particular, a la Madre de Cristo Resucitado. El período pascual nos permite dirigirnos a Ella con las palabras de purísima alegría, con que la saluda la Iglesia. El Mes de Mayo nos estimula a pensar y hablar de modo particular de Ella. En efecto, éste es Su mes. Así, pues, el período del año litúrgico y a la vez el corriente mes llaman e invitan a nuestros corazones a abrirse de manera singular a María Santísima.

2. La Iglesia con su antífona pascual “Regina caeli”, habla a la Madre, a la que tuvo la fortuna de llevar en Su Seno, bajo Su Corazón, y después en Sus brazos, al Hijo de Dios y Salvador nuestro. Lo acogió entre sus brazos, por última vez, cuando lo depusieron de la Cruz, en el Calvario. Ante sus ojos lo envolvieron en la sábana fúnebre y lo llevaron al Sepulcro. ¡Ante los ojos de la Madre! Y he aquí que al tercer día el Sepulcro se encontró vacío. Pero Ella no fue la primera en comprobarlo. Antes fueron allí las “tres Marías”, y entre ellas particularmente María Magdalena, la pecadora convertida. Lo comprobaron poco después los Apóstoles, avisados por las mujeres. Y, aunque los Evangelios no nos dicen nada de la visita de la Madre de Cristo al lugar de la Resurrección de Cristo, sin embargo, todos nosotros pensamos que Ella debía hacerse presente allí de algún modo cuanto antes. Ella cuanto antes debía participar en el misterio de la Resurrección, porque éste era el derecho de la Madre.

La liturgia de la Iglesia respeta este derecho de la Madre, cuando le dirige esta invitación particular a la alegría de la Resurrección: Laetare! Resurrexit sicut dixit! E inmediatamente la misma antífona añade la súplica para su intercesión: Ora pro nobis Deum. La revelación del Poder Divino del Hijo mediante la Resurrección, es al mismo tiempo revelación de la “Omnipotencia suplicante” (omnipotentia suplex) de María en relación con este Hijo.

3. La Iglesia de todos los tiempos, comenzando por el Cenáculo en Pentecostés, rodea siempre a María de una veneración particular y se dirige a Ella con una peculiar confianza. La Iglesia de nuestro tiempo, mediante el Concilio Vaticano II, ha hecho una síntesis de todo lo que se había desarrollado durante las generaciones. El capítulo VIII de la Constitución dogmática Lumen gentium es, en cierto sentido, una “carta magna” de la Mariología para nuestra época: María presente de modo particular en el misterio de Cristo y en el misterio de la Iglesia, María, “Madre de la Iglesia”, como comenzó a llamarla Pablo VI (en el Credo del Pueblo de Dios), dedicándole después un documento aparte: Marialis cultus.

Esta presencia de María en el misterio de la Iglesia, esto es, al mismo tiempo en la vida cotidiana del Pueblo de Dios en todo el mundo, es sobre todo una presencia materna. María, por así decirlo, da a la obra salvífica del Hijo y a la misión de la Iglesia una forma singular: la forma materna. Todo lo que se puede proponer en el lenguaje humano sobre el tema de la “índole” propia de la mujer-madre —la índole del corazón—, todo esto se refiere a Ella.

María es siempre el cumplimiento más pleno del misterio salvífico —desde la Inmaculada Concepción hasta la Asunción— y es continuamente un preanuncio más eficaz de este misterio. Ella revela la salvación, acerca la gracia incluso a quienes parecen los más indiferentes y alejados. En el mundo, que junto al progreso manifiesta su “corrupción” y su “envejecimiento”, Ella no cesa de ser “el comienzo del mundo mejor” (origo mundi melioris), como se expresó Pablo VI: “Al hombre contemporáneo —escribe entre otras cosas el Pontífice— la Virgen María... ofrece una visión serena y una palabra tranquilizadora: la victoria de la esperanza sobre la angustia, de la comunión sobre la soledad, de la paz sobre la turbación, de la alegría y de la belleza sobre el tedio y la náusea... de la vida sobre la muerte” (Pablo VI, Exhortación Apostólica “Para la recta ordenación y desarrollo del culto a la Santísima Virgen María”, 57; AAS 66, 1974. 166).

A María, Madre del Amor Hermoso, deseo acercar de modo particular a la juventud de todo el mundo y de toda la Iglesia. Ella lleva en Sí un signo indeleble de la juventud y de la belleza que no pasan jamás. Deseo y pido que los jóvenes se acerquen a Ella, que tengan confianza en Ella, que le confíen la vida que tienen ante sí; que la amen con sencillez, fervor y cordialidad.

A María, Madre de la Divina Gracia, confío las vocaciones sacerdotales y religiosas. La nueva primavera de las vocaciones, su nuevo aumento en toda la Iglesia, se convierta en una prueba particular de su presencia materna en el misterio de Cristo, en nuestros tiempos, y en el misterio de su Iglesia sobre toda la tierra. María sola es una viva encarnación de la entrega total y completa a Dios, a Cristo, a su acción salvífica, que debe encontrar su expresión adecuada en cada una de las vocaciones sacerdotales y religiosas. María es la expresión más plena de la fidelidad perfecta al Espíritu Santo y a su acción en el alma, es la expresión de la fidelidad que significa una cooperación perseverante a la gracia de la vocación.

A María, Madre de Cristo y de la Iglesia, consagro todo el mundo, todas las naciones de la tierra, todos los hombres, porque Ella es la Madre de todos ellos. Le consagro particularmente aquellos para quienes la vida es más difícil, más dura, los que sufren física o espiritualmente, los que viven en la miseria, los que sufren injusticias o daños.

De modo singular, sin embargo, para terminar esta primera meditación de mayo, deseo venerar mañana a María en Jasna Góra (Monte-Claro) de Czestochowa y en toda mi patria.

Allí iba cada año en peregrinación, el 3 de mayo, que es la fiesta de la Reina de Polonia. Cada año he celebrado allí una Misa solemne, durante la cual el cardenal Wyszynski, primado de Polonia, en presencia del Episcopado y de una inmensa multitud de peregrinos, renovaba el acto de consagración de Polonia a la “materna esclavitud” de nuestra Señora.

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EL CAMINO DE MARIA . Edición número 508 para

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jueves, 1 de abril de 2010

LES DESEAMOS FELIZ PASCUA DE RESURRECCION !

Esta edición la puede leer y/o imprimir desde: http://www.mariamediadora.com/Oracion/Newsletter503.htm

EL CAMINO DE MARÍA

Cum Maria contemplemur Christi vultum!

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"...La Resurrección de Jesús es el dato originario en el que se fundamenta la fe cristiana (cf. 1 Co 15,14): una gozosa realidad, percibida plenamente a la luz de la fe, pero históricamente atestiguada por quienes tuvieron el privilegio de ver al Señor Resucitado; acontecimiento que no sólo emerge de manera absolutamente singular en la historia de los hombres, sino que está en el centro del misterio del tiempo. En efecto, —como recuerda, en la sugestiva liturgia de la noche de Pascua, el rito de preparación del cirio pascual—, de Cristo «es el tiempo y la eternidad». Por esto, conmemorando no sólo una vez al año, sino cada Domingo, el día de la Resurrección de Cristo, la Iglesia indica a cada generación lo que constituye el eje central de la historia, con el cual se relacionan el misterio del principio y el del destino final del mundo..."

(Juan Pablo II. Carta Apostólica DIES DOMINI, 2)

JESUS, CONFIO EN TI

"Ofrezco a los hombres un Recipiente con el que han de venir a la Fuente de la Misericordia para recoger gracias. Ese Recipiente es esta Imagen con la firma: JESÚS, EN TI CONFÍO"

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Newsletter 503

Pascua de Resurrección

Domingo 4 de abril de 2010

Soy todo tuyo y todas mis cosas Te pertenecen. Te pongo al centro de mi vida. Dame tu Corazón, oh María.

Soy todo tuyo, María
Madre de nuestro Redentor
Virgen Madre de Dios, Virgen piadosa. Madre del Salvador del mundo. Amen.



María Santísima cooperó para obtener la gracia de la salvación a toda la humanidad

El término «Cooperadora» aplicado a María cobra, sin embargo, un significado específico. La cooperación de los cristianos en la salvación se realiza después del acontecimiento del Calvario, cuyos frutos se comprometen a difundir mediante la oración y el sacrificio. Por el contrario, la participación de María se realizó durante el acontecimiento mismo y en calidad de Madre; por tanto, se extiende a la totalidad de la obra salvífica de Cristo.

Solamente Ella fue asociada de ese modo al sacrificio redentor, que mereció la salvación de todos los hombres. En unión con Cristo y subordinada a El, cooperó para obtener la gracia de la salvación a toda la humanidad.

Juan Pablo II, Audiencia del 9 de abril 1997



Oh Dios Padre Misericordioso, que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo, concediste a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei, la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar a tu Siervo Juan Pablo II, Servus Servorum Dei, y que me concedas por su intercesión el favor que te pido... (pídase). A Tí, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.


MARÍA SANTÍSIMA Y LA RESURRECCIÓN DE CRISTO

Audiencia 21 de mayo de 1997

1.Después de que Jesús es colocado en el Sepulcro, María «es la única que mantiene viva la llama de la fe, preparándose para acoger el anuncio gozoso y sorprendente de la Resurrección». La espera que vive la Madre del Señor el Sábado Santo constituye uno de los momentos más altos de su fe: en la oscuridad que envuelve el universo, Ella confía plenamente en el Dios de la vida y, recordando las palabras de su Hijo, espera la realización plena de las promesas divinas.

Los Evangelios refieren varias apariciones del Resucitado, pero no hablan del encuentro de Jesús con su Madre. Este silencio no debe llevarnos a concluir que, después de su Resurrección, Cristo no se apareció a María; al contrario, nos invita a tratar de descubrir los motivos por los cuales los evangelistas no lo refieren.

Suponiendo que se trata de una «omisión», se podría atribuir al hecho de que todo lo que es necesario para nuestro conocimiento salvífico se encomendó a la palabra de «testigos escogidos por Dios» (Hch 10,41), es decir, a los Apóstoles, los cuales «con gran poder» (Hch 4,33) dieron testimonio de la Resurrección del Señor Jesús. Antes que a ellos, el Resucitado se apareció a algunas mujeres fieles, por su función eclesial: «Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán» (Mt 28,10). Si los autores del Nuevo Testamento no hablan del encuentro de Jesús Resucitado con su Madre, tal vez se debe atribuir al hecho de que los que negaban la Resurrección del Señor podrían haber considerado ese testimonio demasiado interesado y, por consiguiente, no digno de fe.
2.Los Evangelios, además, refieren sólo unas cuantas apariciones de Jesús Resucitado, y ciertamente no pretenden hacer una crónica completa de todo lo que sucedió durante los cuarenta días después de la Pascua. San Pablo recuerda una aparición «a más de quinientos hermanos a la vez» (1Cor 15,6). ¿Cómo justificar que un hecho conocido por muchos no sea referido por los evangelistas, a pesar de su carácter excepcional? Es signo evidente de que otras apariciones del Resucitado, aun siendo consideradas hechos reales y notorios, no quedaron recogidas.

¿Cómo podría la Virgen, presente en la primera comunidad de los discípulos (ver Hch 1,14), haber sido excluida del número de los que se encontraron con su Divino Hijo Resucitado de entre los muertos?
3.Más aún, es legítimo pensar que verosímilmente Jesús Resucitado se apareció a su Madre en primer lugar. La ausencia de María del grupo de las mujeres que al alba se dirigieron al sepulcro (ver Mc 16,1; Mt 28,1), ¿no podría constituir un indicio del hecho de que Ella ya se había encontrado con Jesús? Esta deducción quedaría confirmada también por el dato de que las primeras testigos de la Resurrección, por Voluntad de Jesús, fueron las mujeres, las cuales permanecieron fieles al pie de la Cruz y, por tanto, más firmes en la fe.

En efecto, a una de ellas, María Magdalena, el Resucitado le encomienda el mensaje que debía transmitir a los Apóstoles (ver Jn 20,17-18). Tal vez, también este dato permite pensar que Jesús se apareció primero a su Madre, pues Ella fue la más fiel y en la prueba conservó íntegra su fe.

Por último, el carácter único y especial de la presencia de la Virgen en el Calvario y su perfecta unión con su Hijo en el sufrimiento de la Cruz, parecen postular su participación particularísima en el misterio de la Resurrección.

Un autor del siglo V, Sedulio, sostiene que Cristo se manifestó en el esplendor de la vida resucitada ante todo a su Madre. En efecto, Ella, que en la Anunciación fue el camino de su ingreso en el mundo, estaba llamada a difundir la maravillosa noticia de la Resurrección, para anunciar su gloriosa venida. Así inundada por la gloria del Resucitado, Ella anticipa el «resplandor» de la Iglesia.
4.Por ser imagen y modelo de la Iglesia, que espera al Resucitado y que en el grupo de los discípulos se encuentra con Él durante las apariciones pascuales, parece razonable pensar que María mantuvo un contacto personal con su Hijo Resucitado, para gozar también Ella de la plenitud de la alegría pascual.

La Virgen Santísima, presente en el Calvario durante el Viernes Santo (ver Jn 19,25) y en el Cenáculo en Pentecostés (ver Hch 1,14)fue probablemente Testigo privilegiada también de la Resurrección de Cristo, completando así su participación en todos los momentos esenciales del misterio pascual. María, al acoger a Cristo Resucitado, es también signo y anticipación de la humanidad, que espera lograr su plena realización mediante la resurrección de los muertos.

En el Tiempo Pascual la comunidad cristiana, dirigiéndose a la Madre del Señor, la invita a alegrarse: «Regina caeli, laetare. Alleluia». «¡Reina del Cielo, alégrate. Aleluya!». Así recuerda el gozo de María por la Resurrección de Jesús, prolongando en el tiempo el «¡Alégrate!» que le dirigió el ángel en la Anunciación, para que se convirtiera en «Causa de alegría» para la humanidad entera.



Querido/a Suscriptor/a de "El Camino de María"

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Feliz Pascua de Resurrección!

Tanti auguri di buona Pasqua!

Joyeuses Pâques!

Best Wishes for a Happy Easter!

Marisa y Eduardo Vinante
Editores de "El Camino de María"



CATEQUESIS DEL VENERABLE JUAN PABLO II

EL SEPULCRO VACÍO Y EL ENCUENTRO CON CRISTO RESUCITADO

Audiencia general del miércoles 1 de febrero de 1989

EL ENCUENTRO CON CRISTO RESUCITADO

Queridos hermanos y hermanas.

1.La profesión de fe que hacemos en el Credo cuando proclamamos que Jesucristo 'al tercer día resucitó de entre los muertos', se basa en los textos evangélicos que, a su vez, nos transmiten y hacen conocer la primera predicación de los Apóstoles. De estas fuentes resulta que la fe en la Resurrección es, desde el comienzo, una convicción basada en un hecho, en un acontecimiento real, y no un mito o una 'concepción', una idea inventada por los Apóstoles o producida por la comunidad post-pascual reunida en torno a los Apóstoles en Jerusalén, para superar junto con ellos el sentido de desilusión consiguiente a la muerte de Cristo en Cruz. De los textos resulta todo lo contrario y por ello, como he dicho, tal hipótesis es también crítica e históricamente insostenible. Los Apóstoles y los discípulos no inventaron la Resurrección (y es fácil comprender que eran totalmente incapaces de una acción semejante). No hay rastros de una exaltación personal suya o de grupo, que les haya llevado a conjeturar un acontecimiento deseado y esperado y a proyectarlo en la opinión y en la creencia común como real, casi por contraste y como compensación de la desilusión padecida. No hay huella de un proceso creativo de orden psicológico-sociológico-literario ni siquiera en la comunidad primitiva o en los autores de los primeros siglos. Los Apóstoles fueron los primeros que creyeron, no sin fuertes resistencias, que Cristo había resucitado simplemente porque vivieron la Resurrección como un acontecimiento real del que pudieron convencerse personalmente al encontrarse varias veces con Cristo nuevamente vivo, a lo largo de cuarenta días. Las sucesivas generaciones cristianas aceptaron aquel testimonio, fiándose de los Apóstoles y de los demás discípulos como testigos creíbles. La fe cristiana en la Resurrección de Cristo está ligada, pues, a un hecho, que tiene una dimensión histórica precisa.

2 La Resurrección es una verdad que, en su dimensión más profunda, pertenece a la Revelación divina: en efecto, fue anunciada gradualmente de antemano por Cristo a lo largo de su actividad mesiánica durante el período pre-pascual. Muchas veces predijo Jesús explícitamente que, tras haber sufrido mucho y ser ejecutado, resucitaría. Así, en el Evangelio de Marcos, se dice que tras la proclamación de Pedro en las cerca de Cesarea de Filipo, Jesús 'comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. Hablaba de esto abiertamente' (Mc 8, 31-32). También según Marcos, después de la Transfiguración, 'cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contaran lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos' (Mc 9. 9). Los discípulos quedaron perplejos sobre el significado de aquella 'Resurrección' y pasaron a la cuestión, y agitada en el mundo judío, del retorno de Elías (Mc 9, 11): pero Jesús reafirmó la idea de que el Hijo del hombre debería 'sufrir mucho y ser despreciado' (Mc 9, 12). Después de la curación del epiléptico endemoniado, en el camino de Galilea recorrido casi clandestinamente, Jesús toma de nuevo la palabra para instruirlos: 'El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará'. 'Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle' (Mc 9, 31-32). Es el segundo anuncio de la Pasión y Resurrección, al que sigue el tercero, cuando ya se encuentran en camino hacia Jerusalén: 'Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y los escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, y se burlarán de él, le escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres días resucitará' (Mc 10, 33-34).

3.Estamos aquí ante una previsión profética de los acontecimientos, en la que Jesús ejercita su función de Revelador, poniendo en relación la Muerte y la Resurrección unificadas en la finalidad redentora, y refiriéndose al designio divino según el cual todo lo que prevé y predice 'debe' suceder. Jesús, por tanto, hace conocer a los discípulos estupefactos e incluso asustados algo del misterio teológico que subyace en los próximos acontecimientos, como por lo demás en toda su vida. Otros destellos de este misterio se encuentran en la alusión al 'signo de Jonás' (Cfr. Mt 12, 40) que Jesús hace suyo y aplica a los días de su muerte y Resurrección, y en el desafío a los judíos sobre 'la reconstrucción en tres días del templo que será destruido' (Cfr. Jn 2, 19). Juan anota que 'Jesús hablaba del Santuario de su cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús' (Jn 2 20-21). Una vez más nos encontramos ante la relación entre la Resurrección de Cristo y su Palabra, ante sus anuncios ligados 'a las Escrituras'.

4.Pero además de las palabras de Jesús, también la actividad mesiánica desarrollada por El en el período pre-pascual muestra el poder de que dispone sobre la vida y sobre la muerte, y la conciencia de este poder, como la resurrección de la hija de Jairo (Mc 5, 39-42), la resurrección del joven de Naín (Lc 7, 12-15), y sobre todo la resurrección de Lázaro (Jn 11, 42-44) que se presenta en el cuarto Evangelio como un anuncio y una prefiguración de la Resurrección de Jesús. En las palabras dirigidas a Marta durante este último episodio se tiene la clara manifestación de a autoconciencia de Jesús respecto a su identidad de Señor de la vida y de la muerte y de poseedor de las llaves del misterio de la Resurrección: 'Yo soy la Resurrección. El que cree en Mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en Mí, no morirá jamás' (Jn 11, 25-26). Son palabras y hechos que contienen de formas diversas la revelación de la verdad sobre la Resurrección en el período pre-pascual.

5.En el ámbito de los acontecimientos pascuales, el primer elemento ante el que nos encontramos es el 'Sepulcro vacío'. Sin duda no es por sí mismo una prueba directa. La ausencia del Cuerpo de Cristo en el Sepulcro en el que había sido depositado podría explicarse de otra forma, como de hecho pensó por un momento María Magdalena cuando, viendo el Sepulcro vacío, supuso que alguno habría sustraído el Cuerpo de Jesús (Cfr. Jn 20, 15). Más aún, el Sanedrín trató de hacer correr la voz de que, mientras dormían los soldados, el Cuerpo había sido robado por los discípulos. 'Y se corrió esa versión entre los judíos hasta el día de hoy' (Mt 28, 12-15).

A pesar de esto el 'Sepulcro vacío' ha constituido para todos, amigos y enemigos, un signo impresionante. Para las personas de buena voluntad su descubrimiento fue el primer paso hacia el reconocimiento del 'hecho' de la Resurrección como una verdad que no podía ser refutada.

6.Así fue ante todo para las mujeres, que muy de mañana se habían acercado al Sepulcro para ungir el Cuerpo de Cristo. Fueron las primeras en acoger el anuncio: 'Ha resucitado, no está aquí... Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro...' (Mc 16, 6-7). 'Recordad cómo os habló cuando estaba todavía en Galilea, diciendo: Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado, y al tercer día resucite!. Y ellas recordaron sus palabras' (Lc 24, 6-8).

Ciertamente las mujeres estaban sorprendidas y asustadas (Cfr. Mc 24, 5). Ni siquiera ellas estaban dispuestas a rendirse demasiado fácilmente a un hecho que, aun predicho por Jesús, estaba efectivamente por encima de toda posibilidad de imaginación y de invención. Pero en su sensibilidad y finura intuitiva ellas, y especialmente María Magdalena, se aferraron a la realidad y corrieron a donde estaban los Apóstoles para darles la alegre noticia.

El Evangelio de Mateo (28, 8-10) nos informa que a lo largo del camino Jesús mismo les salió al encuentro les saludó y les renovó el mandato de llevar el anuncio a los hermanos (Mt 28, 10). De esta forma las mujeres fueron las primeras mensajeras de la Resurrección de Cristo, y lo fueron para los mismos Apóstoles (Lc 24, 10). ¡Hecho elocuente sobre la importancia de la mujer ya en los días del acontecimiento pascual!

7. Entre los que recibieron el anuncio de María Magdalena estaban Pedro y Juan (Cfr. Jn 20, 3-8). Ellos se acercaron al Sepulcro no sin titubeos, tanto más cuanto que María les había hablado de una sustracción del Cuerpo de Jesús del Sepulcro (Cfr. Jn 20, 2). Llegados al Sepulcro, también lo encontraron vacío. Terminaron creyendo, tras haber dudado no poco, porque, como dice Juan, 'hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos' (Jn 20, 9).

Digamos la verdad: el hecho era asombroso para aquellos hombres que se encontraban ante cosas demasiado superiores a ellos. La misma dificultad, que muestran las tradiciones del acontecimiento, al dar una relación de ello plenamente coherente, confirma su carácter extraordinario y el impacto desconcertante que tuvo en el ánimo de los afortunados testigos. La referencia 'a la Escritura' es la prueba de la oscura percepción que tuvieron al encontrarse ante un misterio sobre el que sólo la Revelación podía dar luz.

8. Sin embargo, he aquí otro dato que se debe considerar bien: si el 'Sepulcro vacío' dejaba estupefactos a primera vista y podía incluso generar acierta sospecha, el gradual conocimiento de este hecho inicial, como lo anotan los Evangelios, terminó llevando al descubrimiento de la verdad de la Resurrección.

En efecto, se nos dice que las mujeres, y sucesivamente los Apóstoles, se encontraron ante un 'signo' particular: el signo de la victoria sobre la muerte. Si el Sepulcro mismo cerrado por una pesada losa, testimoniaba la muerte, el Sepulcro vacío y la piedra removida daban el primer anuncio de que allí había sido derrotada la muerte.

No puede dejar de impresionar la consideración del estado de ánimo de las tres mujeres, que dirigiéndose al Sepulcro al alba se decían entre si: '¿Quién nos retirará la piedra de la puerta del Sepulcro?' (Mc 16, 3), y que después, cuando llegaron al Sepulcro, con gran maravilla constataron que 'la piedra estaba corrida aunque era muy grande' (Mc 16, 4). Según el Evangelio de Marcos encontraron en el Sepulcro a un joven vestido de blanco que les dio el anuncio de la Resurrección (Cfr. Mc 16, 5); pero ellas tuvieron miedo y, a pesar de las afirmaciones del joven vestido de blanco, 'salieron huyendo del Sepulcro, pues un gran temblor y espanto se había apoderado de ellas' (Mc 16, 8). ¿Cómo no comprenderlas? Y sin embargo la comparación con los textos paralelos de los demás Evangelistas permite afirmar que, aunque temerosas, las mujeres llevaron el anuncio de la Resurrección, de la que el 'Sepulcro vacío' con la piedra corrida fue el primer signo.

9.Para las mujeres y para los Apóstoles el camino abierto por 'el signo' se concluye mediante el encuentro con el Resucitado: entonces la percepción aun tímida e incierta se convierte en convicción y, más aún, en fe en Aquél que 'ha resucitado verdaderamente'. Así sucedió a las mujeres que al ver a Jesús en su camino y escuchar su saludo, se arrojaron a sus pies y lo adoraron (Cfr. Mt 28, 9). Así le pasó especialmente a María Magdalena, que al escuchar que Jesús le llamaba por su nombre, le dirigió antes que nada el apelativo habitual: Rabbuni, ¡Maestro! (Jn 20, 16) y cuando Él la iluminó sobre el misterio pascual corrió radiante a llevar el anuncio a los discípulos: '!He visto al Señor!' (Jn 20, 18). Lo mismo ocurrió a los discípulos reunidos en el Cenáculo que la tarde de aquel 'primer día después del sábado', cuando vieron finalmente entre ellos a Jesús, se sintieron felices por la nueva certeza que había entrado en su corazón: 'Se alegraron al ver al Señor' (Cfr. Jn 20,19-20). ¡El contacto directo con Cristo desencadena la chispa que hace saltar la fe!

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EL CAMINO DE MARIA . Edición número 503 para

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